Les leo, les escucho, y les veo tan ilusionados... y no los envidio. No lo hago porque no existe tal cosa llamada 'envidia de la buena'. Me ilusiono con ustedes, igual que ustedes, y añoro como ustedes. "Algún día", me digo, así como ustedes lo hacen; y me dedico un "quiero seguir creyendo" cuando mi fe en la humanidad decae.
No los envidio porque todos ustedes son quienes me susurran al oído esas palabras tan llenas de sabiduría y esperanzadoras, que me hacen creer y querer volver con nuevos bríos, que me incitan a escribir nuevas historias que hace mucho no plasmo en las páginas de mi vida, y me dan esas cosas que me hacen el día.
¿Cómo podría envidiarles?
Al contrario, se los agradezco...