lunes, 30 de marzo de 2009

Raro

'Raro' es el adjetivo más recurrente que la gente emplea para describirme, y no porque tenga alguna cualidad física sorprendente. Al principio me confudía el que me catalogaran así, porque no sabía a qué demonios se referían, posiblemente tenía alguna enfermedad cerebral degenerativa que ocasionaba que mi materia gris me jugara malas pasadas para que no me percatara de las estupideces que hacía y decía. A final de cuentas, no entendía que pudiera haber de extraño en mí. Y me di cuenta que la estupidez radicaba en hacerme ese tipo de cuestionamientos impertinentes. Total, algo me decía que serían muchas las veces que seguiríamos escuchando el mismo calificativo para referirse a mi persona.

Con el tiempo, dejé de darle importancia hasta que empecé a encontrarle el gusto. Ahora recibo como un halago que me llamen así -'raro'- me hace sentir alguien importante (sí, alimenta mi ego). Y debo confesar que lo he llegado a disfrutar tanto, que me esmero en ganarme el adjetivo desde hace varios años.

Recuerdo que cuando era un puberto, mi hermana siempre me decía que me gustaba llamar la atención, por lo que mis supuestas 'rarezas' no eran más que un ardid publicitario. Eso lo explicaba todo: el instalarme en el personaje que me achacaban mis amigos y compañeros de clases, el inventarme una terminología bastante pintoresca, el mantener diálogos conmigo en voz alta a cualquier hora y en cualquier lugar (mi padre pensó que estaba loco la primera vez que me encontró haciéndolo), o el uso arbitrario del plural para sustituir las conjugaciones en primera persona.

Al paso de los años, los 'raros' se hacían más frecuentes, por lo que decidí ayudar a la causa: comprar lentes de colores llamativos, tener una colección de gorros 'ridículos', zapatos azules y rojos, y todo un cajón lleno de calcetines folclóricos de los que rara vez uso el par coordinado (no me visto de noche ni con los ojos cerrados, así me gusta usarlos). Tenía más que estudiado el personaje.

Hasta que un día, me doy cuenta que hay manías y comportamientos compulsivos, que hay deshoras de sueño, gustos musicales que van de lo sublime a lo ridículo (y de varias partes del mundo), que tengo principios -de nosedonde- que me niego a traicionar, connotaciones diferentes de cosas tan triviales, que hay muchas historias interesantes que contar, y muchos defectos y virtudes que estaban ahí, acompañándome desde siempre. El personaje era la verdadera persona, y quien yo creía que era la persona, resultó ser un personaje. Fue entonces que 'raro' se volvió el adjetivo más recurrente para describirme, y no porque tenga alguna cualidad física sorprendente.

Y a la vez no soy tan raro, sino que me voy conociendo y me voy sorprendiendo del que soy día con día... y lo estoy disfrutando. Sí. Más bien, soy complejo, demasiado complejo hasta para mí mismo.

Tan complejo como cualquier ser humano.

jueves, 26 de marzo de 2009

Últimamente he estado intercambiando estados, entre la emoción y la desilusión, con la misma rapidez con la que me enamoraba y desenamoraba cuando estaba puberto. Es una constante que me provoca sentirme como un extraño en mi casa, como un extranjero en esta ciudad, un extranjero de la vida.

Intento realizar mil tareas y termino haciendo nada. Comienzo organizando las carpetas de mi computadora y, cinco minutos después, me aburro y me pongo a lavar los trastes, luego intento limpiar la casa, ver un poco de T.V., salir a caminar para no ahogarme en la jaula que simula ser mi casa, y varios etcéteras; pero no consigo estar concentrado en una sola actividad, o dedicarle el tiempo necesario. Pocas son las cosas que logran retener mi atención, y el número se reduce drásticamente con las que pudieran incitarme emoción alguna.

Escribo y no escribo -¿para qué o quién escribo?-, diseño y no -¿por qué hacerlo?-, miro unos ojos y me arranco los míos -ojos que no ven-, escucho las noticias y me amputo los oídos; pareciera que todo está visto, dicho, y escuchado. Lo único que logra distraerme por algunos instantes de esta ínfima realidad es toparme con algo de J-Pop, unas Pringles de queso (a veces), y dibujar.

Con lo ambivalente que son mís días, es una suerte que no me haya desilusionado de respirar.

lunes, 23 de marzo de 2009

Debe haber un burro al que la primavera le valga madre

Acá entre nos, mientras la mayoría de la gente se muestra altamente agradecida con la madre naturaleza por tener que cambiar los abrigos por ropa más ligerita, entre que los colores se saturan y parecen más 'vivos' que el resto del año (eso o mi pupila está obscenamente dilatada), y que los pajaritos parecen tener una vida social más activa que de costumbre, con la llegada de la primavera a mí se me acabaron los días felices.

No es que sea bipolar, ni porque tenga que emprender una empresa que me haga sentir miserable, más bien se trata de una cuestión de gustos: yo soy feliz cuando el cielo está nublado, adoro la lluvia, y me ahogo cuando no hace frío. Soy feliz sólo seis meses al año (aunque con el cambio climatológico, la cifra se ha vuelto inconstante). Los días calurosos se me hacen días 'equis', no los soporto, sobre todo porque en estos lares el calor es seco y con mucha suerte llegas sudar, lo que hace que uno sienta que la sangre está en ebullición constante y deja abierta la posibilidad de que te llegue a explotar la aorta por tanta cocción.

En fin, los próximos meses tendré que re-acostumbrarme a ser feliz por ratos.

Son los días que quisiera que pasaran pronto, sin embargo son los que corren más lento.




...Y sigo sin entender qué demonios le ocurre hormonal o psicológicamente al burro para ponerse como se pone en primavera.

viernes, 20 de marzo de 2009

Entre juramentos y declaraciones de guerra

Con los amigos existe un código ético, sin palabras ni contratos, donde ambos saben que hay cosas que no se pueden, o deben, hacer por el bien de la amistad. Hay límites que no pueden cruzarse, actos que no puedes permitirte, y finos hilos transparentes que no deben rasgarse. Es algo implícito en la relación. Y, por ende, sabes a qué atenerte el día que cruzas esa delgada línea.

Cuando te sabes traicionado ¿Quién es más culpable? ¿Aquel que traiciona tu confianza o tú que todavía le tienes fe a la humanidad?

miércoles, 11 de marzo de 2009

Maldita Modernidad

Inspirado por esta entrada de la señorita Mi Alma.

Estoy sentado frente al monitor, miro el reloj con insistencia y la manecilla pequeña apenas se anima tímidamente a cortejar al 'doce'. Sigo sin sueño -rara vez me sorprende antes de las dos de la mañana-, y abro la ventanita del MSN para ver si encuentro a otro desvelado como yo... nadie. Entonces abro el TweetDeck y me la paso inventando formas ingeniosas de escribir incoherencias con sólo 140 carácteres (es un reto aunque no lo parezca), cambio de Internet Explorer a Firefox, abro el MSN, nuevamente, y entro a mi hi5 para ver qué tienen de nuevo mis amigos, y para pasar el rato.

A los cinco minutos, y ya aburrido, entro a YouTube buscando un símbolo de paz... o los grandes hits en video. Todo está documentado como si se tratara de un diario visual, sin el ya conocido "querido diario": gente tratando de llamar la atención de otra gente, comerciales, videos musicales, toda clase de eventos, etc.

Cierro la ventana. Ahora regreso al explorer e ingreso mis datos para escribir en mi blog, abro la página de la RAE para cuidar minuciosamente mi ortografía, que seguramente me va a fallar, comienzo a escribir otra entrada casi por inercia, por costumbre -casi vicio-, y enciendo un cigarrillo mientras busco alguna página donde pueda escuchar mis rarezas musicales para inspirarme. Termino de escribir, un click al botón de 'publicar', una última checada al texto, y estoy listo para salir al mundo... coqueteando con Google.

Descargo música, libros, veo fotos de los lugares que me gustaría visitar, revoloteo un rato por Wikipedia, leo las noticias, por fin se conecta alguien por MSN, chateo, intercambio imágenes y archivos, reviso las tarifas de vuelos de avión hacia destinos que jamás conoceré, entro a los museos virtuales, los directorios turísticos, páginas deportivas, preguntas y respuestas, leo otros blogs, reviso mi e-mail infinidad de veces, pornografía, sigo escribiendo incoherencias vía twitter, entro a las páginas de ciencia, busco letras de canciones, los acordes, tutoriales de diferentes programas, echo a andar mi antivirus por un maldito pop-up que amenaza con echarme a perder la diversión, busco mi casa con imágenes satelitales, descargo actualizaciones, me pongo a jugar en línea, instalo plug-ins de todos los reproductores de audio y video existentes en mi PC...

El mundo está al alcance de un click —me digo con una sonrisa—, no me hace falta nada, todo está aquí.

Me percato de la hora: las cuatro de la madrugada. Hay que dormir porque mañana la jornada comienza desde temprano y ya fueron muchas horas sentado frente al monitor. Me quedaron algunos pendientes, pero mañana enviaré esos archivos, veré las páginas corporativas de los clientes potenciales que me pidieron investigar, y descargaré los efectos de sonido que necesito para el interactivo que tengo que entregar el martes.

Al final, hice de todo y nada, dije mucho y poco, y todo frente a un monitor. Las palabras recibidas por el MSN, la respuesta del servidor, o la confirmación de mis datos, me hacen creer que hay alguien del otro lado. Y sí está, igual que yo... sólo, reflejando las mismas, o más, actividades de esta rutina diaria, esperando a que la computadora cobre vida y le arranque la cabeza con una mordida para no saberse en soledad. ¿Hay alguien ahí?

Es hora de apagar la PC, la televisión, el celular. Sí, son cosas que ayudan, pero a veces me estorban.

Estoy en la puerta y le digo 'chau' a mi agorafobia.

Un mundo espera afuera...



"La soledad es la ecuación de la vida moderna"
La Vida Moderna - Fito Páez

sábado, 7 de marzo de 2009

3

Me han creado un dilema existencial:

¿Cuando es políticamente correcto llamar novia a la pareja, o pareja a la novia?

lunes, 2 de marzo de 2009

Apuntes de un mes que se perdió

Hoy fue el último día de mi tallercito de técnicas de representación arquitectónica (¡guau! suena tan importante el término). Se cerró un ciclo con varias anécdotas curiosas y algunas memorables, y no puedo evitar sentirme algo triste. No es que extrañe a mis 'mostritos', que le agregaron dos canas a mi hermosa cabellera sedosa y reluciente (ajá), es por la docencia.

El segundo del año significó un mes muy entretenido, revitalizante, lleno de trabajo, y a la vez divertido y revelador. Me voy dando cuenta que le encuentro un gustillo muy exquisito a la enseñanza, y a torturar las mentes de los chamacos imberbes (¿por qué no? Ja, ja), que el estar compartiendo -con alguien más- todo lo aprendido es mejor que acumular conocimiento para sí mismo, que no me desanima encontrarme con veintitantos alumnos que hacen sus tareas por obligación, o por pasar la materia como sea, mientras hayan dos o tres a los que les haya servido de algo mi apoyo, y que tampoco me importa tener que regresar diez, veinte, o treinta veces, por los veintitantos restantes para que entiendan que no es a mí a quién le tienen que demostrar que sí pueden, es a ellos mismos. Y que al final del día, no me importa si no se despiden de mí o si me dan la gracias, mientras yo pueda afirmar que fue un placer trabajar con ellos, me doy por bien servido.

Cada vez me gusta más la docencia, y me emociono como la primera vez que di clases, hace algunos años, así como también encuentro terapéutica la escritura, como cuando comencé a escribir, o cuando abrí este changarro (es increíble que ya casi es un año, no pensé durar tanto). Y estoy feliz por este mes tan grandioso, con una hermosa constancia que acredita que impartí mi tallercito (de hecho, no está hermosa, es una cartulina tamaño carta, en blanco y negro, y con el logotipo de la universidad, pero de que tiene valor curricular, lo tiene), y al mismo tiempo me queda ese saborcillo agridulce de no pisar otro salón de clases por tiempo indefinido -ojalá y no pase tanto para volver a hacerlo.

Sí, es por la docencia... y no es que extrañe a mis 'mostritos', sino que anhelo tener más.