Hoy fue el último día de mi tallercito de técnicas de representación arquitectónica (¡guau! suena tan importante el término). Se cerró un ciclo con varias anécdotas curiosas y algunas memorables, y no puedo evitar sentirme algo triste. No es que extrañe a mis 'mostritos', que le agregaron dos canas a mi hermosa cabellera sedosa y reluciente (ajá), es por la docencia.
El segundo del año significó un mes muy entretenido, revitalizante, lleno de trabajo, y a la vez divertido y revelador. Me voy dando cuenta que le encuentro un gustillo muy exquisito a la enseñanza, y a torturar las mentes de los chamacos imberbes (¿por qué no? Ja, ja), que el estar compartiendo -con alguien más- todo lo aprendido es mejor que acumular conocimiento para sí mismo, que no me desanima encontrarme con veintitantos alumnos que hacen sus tareas por obligación, o por pasar la materia como sea, mientras hayan dos o tres a los que les haya servido de algo mi apoyo, y que tampoco me importa tener que regresar diez, veinte, o treinta veces, por los veintitantos restantes para que entiendan que no es a mí a quién le tienen que demostrar que sí pueden, es a ellos mismos. Y que al final del día, no me importa si no se despiden de mí o si me dan la gracias, mientras yo pueda afirmar que fue un placer trabajar con ellos, me doy por bien servido.
Cada vez me gusta más la docencia, y me emociono como la primera vez que di clases, hace algunos años, así como también encuentro terapéutica la escritura, como cuando comencé a escribir, o cuando abrí este changarro (es increíble que ya casi es un año, no pensé durar tanto). Y estoy feliz por este mes tan grandioso, con una hermosa constancia que acredita que impartí mi tallercito (de hecho, no está hermosa, es una cartulina tamaño carta, en blanco y negro, y con el logotipo de la universidad, pero de que tiene valor curricular, lo tiene), y al mismo tiempo me queda ese saborcillo agridulce de no pisar otro salón de clases por tiempo indefinido -ojalá y no pase tanto para volver a hacerlo.
Sí, es por la docencia... y no es que extrañe a mis 'mostritos', sino que anhelo tener más.
1 comentario:
Tu comentario sobre la docencia es para admirar. Es lindo saber que todavía hay maestros con vocación.
¡A por más monstruitos!
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