domingo, 25 de mayo de 2008

Cartas desde el inframundo VIII

Julio, 1999

Querida señorita Escalante:

Como se aferra el corazón a lo perdido, lo peor es que ¿cómo puedes perder algo que nunca ha sido tuyo? Esta pérdida falaz no sé hasta qué punto puede ser igual o más insoportable que el haber tenido y después perdido. Desde esta perspectiva, no debería existir esta carta, no tiene razón de ser, sin embargo se la escribo como parte de mi terapia recurrente.
Buscando como cualquier artista barato busca la internacionalización, me dejé llevar por una niña nipona de ojos no tan rasgados pero con unos vidrios impenetrables que no sólo resguardaban sus globos oculares, también lo hacían con su persona, sellándola como si fuera un frasquito de aceitunas que nos cuesta una hernia para abrirlo.
Usted se estará preguntando el por qué embarcarme en una diligencia que desde el principio se notaba casi imposible (de haber advertido estos detalles, créame que yo tampoco me hago a la aventura), y tiene razón, pues jamás compartimos el gusto por el cine, casi nunca coincidimos en los mismos lugares de siempre, ni mucho menos simpatizamos con los amigos, pero este encuentro fallido sirvió para conocernos más y mirarnos hacia adentro, como una especie de catarsis involuntaria. A ella le sirvieron mis ocurrencias para hacerla reír, le bastaron mis palabras para devolverle la confianza y hacerla más abierta con la gente, y mi persona para contar con un confidente más. A mí, su sonrisa sirvió para devolverme el alma, sus ojos para abrigarme en las noches de verano, y sus palabras para recobrar la fuerza para seguir adelante ante las exigencias de la vida.
Ambos salimos beneficiados de este desencuentro recíproco, yo me quedo con la honestidad con la que siempre se mostró ante mí, y me llevo conmigo a todos sus hermanos con los que nunca fui un extraño. Ella también se llevó varias cosas mías, y tal vez no lo sabe, pero son, desde ahora, de ella (y muy valiosas).

Que largo es el camino a casa cuando has dejado una parte de ti con esa persona.


Su suicida.

sábado, 24 de mayo de 2008

Entre ingenieros en sistemas te veas...

Desde algún tiempo, y en mi experiencia personal, tenía la teoría de que los diseñadores somos algo así como los patitos feos para los ingenieros en sistemas (en cuestiones laborales), y hace pocos días pude comprobarlo en definitiva, pues acudí a una entrevista de trabajo en una empresa que elabora páginas web, aunque insistían en promocionármela (con anuncios de neón, bellas edecanes y toda la cosa) como una compañía de desarrollo y consultoría web. Experiencia que fue todo un ejercicio pragmático, cómico, mágico y musical.

Uno se prepara mentalmente para una entrevista de trabajo, en mi caso trato de no pensar en ello para no ponerme nervioso a la hora de la verdad. Lo que a uno no le dicen, es que también hay que prepararse psicológicamente para cualquier cosa, incluyendo la carnicería de la que muy alegremente fui partícipe.

Entro a la oficina de mi entrevistador, la cual tenía sus 358, 900 placas conmemortivas, títulos, y fotos de él con otros personajes desconocidos (que seguramente sólo eran conocidos por él y en sus casas). Después de la ceremonia protocolaria, comenzó la ronda de "Las trece preguntas del Trece", donde deduje -por su lenguaje, modo de conducirse y conocimientos básicos- que estaba frente a un ingeniero en sistemas o un programador. Para cuando me pregunta por mi nivel de conocimientos en paquetería de diseño, supe en qué tono se desenvolvería el resto de la entrevista cuando me contestó casi irónicamente: "no me mientas, porque he tenido otros 'monitos' que me han dicho que saben y a la hora de preguntarles hasta por cosas básicas resulta que siempre no". Yo nada más me la pasaba contando hasta diez (mientras llegaba a mil) y respirando profundamente.

Minutos después, revisa mi portafolio de trabajos, en donde, más que ver mis trabajos, se la pasó criticando que si el pixelito se le corrió, que por qué se veían las franjitas a los lados (¡por el amor de Dios! no todos tenemos widescreen como monitor), y sin entender, ni atender, la sección de mis ilustraciones, al igual que el resto del portafolios en general. Lo que si notó, es mi tendencia hacia el tema de las drogas (déjenme ver... trabajé para Larva, que promocionaban las drogas, el sexo y el alcohol -sin contar que eran unos 'junkies'-, y los últimos dos años de mi vida los he dedicado a la prevención en materia de adicciones, gracias a los 'junkies' de Larva... que bueno que no revisaron mi hi5, o mi blog, porque pensarían que soy un maniático sexual o un esquizoide). Me preguntó el por qué, yo le contesté con el discurso de la reducción de riesgos y daños que traigo desde que me metí en estos menesteres, con lo que su desinterés hacia mi plática fue "discretamente" disfrazado con una mueca de "no sé y me vale madres", haciéndome sentir como si, para un diseñador, trabajar en este tipo de actividades fuera una pérdida de tiempo.

Ya casi finalizada la entrevista, me suelta el típico "nosotros te llamamos", el cual no deja satisfecho a nadie, pero sirvió para tranquilizarme y dejarme con un profundo arrepentimiento por no saltarle encima y dedicarle mis mejores movimientos 'matrix' en su contra -I know kung-fu.

Sé que este tipo de experiencias sirven de aprendizaje, y espero encontrarle el lado bueno en los próximos días, porque todavía sigo muy ofuscado, ya no por el tipo este, sino por lo de no brincarle encima.

viernes, 23 de mayo de 2008

Otras chachalidades

La trascendencia del puto

No recuerdo en qué ocasión, en dónde, en qué circunstancias, ni bajo el influjo de qué sustancia tóxica, alguien me comentó que una de las groserías que más le encantaba era "puto", pues era la peor manera en la que podías llamar a otra persona -más efectivo aplicado a otro hombre-, y también era la más ofensiva, después de la ya tradicional mentada de madre. Yo no creo que sea la segunda grosería más ofensiva, pero sí considero que es de las más recurrentes en la lengua española.

Puto es empleado para llamar a la persona que es cobarde, aquella que no responde por sus acciones y que no se faja los pantalones ante las decisiones importantes o situaciones difíciles. Puto, es la mejor forma de ofender la hombría de todo varón que se jacte de ser un 'macho'. Puto, desgraciadamente, también es sinónimo de 'joto' y 'maricón', mismos que son aplicados en forma despectiva hacia los homosexuales. Aunque en este último punto, deberíamos señalar una discrepancia del uso común de la palabra: si 'puta' es la sexo-servidora, o la mujer que se mete con varios los hombres, entonces 'puto' tendría que ser exactamente lo mismo sólo que en masculino.

Puto también tiene otros usos: como protocolo social, "¿quihubo puto, cómo estás?"; como invitación a realizar actividades recreativas, tales como las peleas y apuestas estúpidas: "¿pues qué pedo puto?", o "no le saques puto"; como comparativo: "perdón por llegar tarde pero es que había un puto tráfico..." (en este caso, 'puto' equivale a más que "mucho", pero menos que "un chingo"); y como superlativo: "¡pinche puto cabrón!", mismo que es el superlativo para ese hijo-de-la-chingada-culero-mamón-de-mierda-que-te-caga-los-huevos-y-te-cae-en-la-punta-de-la-verga.

De igual manera, puto juega un papel importante en la sociedad mexicana: los putos impuestos, la puta crisis, la puta inflación, la puta televisión, los putos baches, el puto segundo piso del Periférico, los putos políticos (los putos más famosos), etc.

Tal es la trascendencia del puto en nuestra vida cotidiana, que puto es el que no brinque y el que no salte. Puto, el que no grite y eche desmadre. Puto, el güey que quedó conforme. Puto, el que creyó lo del informe. Puto, el que nos quita la papa. Puto, también todo que lo tapa. Puto, el que no hace lo que quiere. Puto, puto nace, puto se muere...

domingo, 18 de mayo de 2008

Cartas desde el inframundo VII

Octubre, 1997

Mi muy querida señorita Escalante:

Espero que se encuentre muy bien y en compañía de sus seres queridos, como siempre suele hacerlo.
Le cuento que anoche, de nueva cuenta, me suicidé, volví a destrozarme el lado izquierdo del corazón para no sentir nada por un tiempo indefinido. Ahora fue un cuadro de Remedios Varo, con unos cuantos matices de Leonora Carrington, quien me mandó a un lugar lejano del cual no creo regresar por algunos meses. Esta hija de "La consagración de la primavera", decidió hacerse la aparecida mientras recién se paría un septiembre –estoy seguro que se escapó de un póster de "Nacer de nuevo" que tengo en mi cuarto.
Durante un tiempo, decidió prestarme sus hadas, su cuarto, sus zapatillas de ballet y sus tardes de melancolía, posada entre las sillas de algún rincón perdido de Coyoacán; pero al final fue eso: sólo durante un tiempo, y como todo préstamo, pidió todas sus cosas de vuelta cuando, con lágrimas en sus ojos, me confesó que ella no era la musa, ni la diva, ni las estrellas, ni el pecado recurrente de mis noches ociosas, sino "La casada infiel" que jamás tuvo el coraje de hablarme de su marido.
No le niego que fue triste, hasta frustrante, saber que aquellas noches, sus sonrisas, las canciones y su llanto, llevaban otros ojos como dedicatoria. Sin embargo, mis días, mi tinta, mi papel y mis fotografías, junto con los lienzos que jamás pinté, fueron de su uso exclusivo y con todos los derechos de autor cedidos con fines de lucro.
En el último café de nuestra vida juntos, me pidió como favor que no le comentara nada de esto a su hombre, quien no era amigo mío pero sí conocido de varias tertulias atrás, y no porque le preocupara el futuro de su relación, tampoco lo hizo pensando en mí o tratando de evitar una posible confrontación, más bien, era la mejor manera en que los tres podíamos entender las cosas –o hacernos 'güeyes', en su defecto.
En fin, me voy de viaje por unos cuantos meses, espero que a mi regreso el cambio de clima me haya cambiado la cara. De no ser así, continuaré con mi exilio hasta que me dure el gusto, o la agonía.


Su ahora desconfiado suicida.

jueves, 15 de mayo de 2008

Desconocida

Recuérdote una noche de verano,
cuando el cielo estaba gris
y todo sugería ser bello,
recuerdo tu sonrisa, y con ella,
el brillar de tu cabello
que me decía con tu eco,
entremezclado con tu llanto,
ve, que yo aquí te espero,
pero no volví pronto a tu llamado
y al regresar ya no estabas,
había alguien más,
en tu recuerdo una muñeca rota,
y con el perfume que dejaste,
sólo una triste nota,
mi cabeza perdida,
rodando por los suelos,
cuan tristes fueron esos días,
tanta dicha repentina
y cuantas noches de lamentos,
mañanas sin cortinas
y corazones sin aliento
¿qué hubiera sido de nosotros
de no habernos descubierto?
ahora lo sé y no maldigo,
sólo le escupo al viento
y el viento me contesta,
y ya no nos hablamos,
sólo espero que me mienta.

Y pensar que la noche de verano
no fue mía,
y tú fuiste invento mío
y que fácil sería, me sería,
decir que esa noche
se la dedicaste a un extraño,
y que mi canto sólo fue
para una ninfa desconocida.

martes, 13 de mayo de 2008

Hablando de princesitas y abejitas reinas

Me encontraba pasando unos días con mi familia, cuando platicando con mi hermana, en una de esas pláticas que no nos echábamos desde que se casó, salió a relucir ese tema que surge cuando a uno lo ven soltero desde hace algún rato y sigue pasando el tiempo, cuando tienes hermanos que ya se casaron y tu sigues como Lumi Cavazos en Como Agua Para Chocolate, cuando esos hermanos ya tuvieron hijos y los abuelitos de estos últimos (osease tus padres) te empiezan a demostrar, muuuuy sutilmente, que quieren tener más nietos (entiéndase tus hijos). Por lo que el sermoncito que me recetó, ya lo tengo muy bien estudiado desde hace varios años -yo sé que lo hacen con buenas intenciones pero, aunque la cara me delata, créanme que entiendo con una sola vez que me lo digan.

Al momento de darme sus conclusiones, me soltó una frase casi condenatoria para mi persona: "¿Pa' qué le haces al cuento? Según tú, odias a las mujeres que son 'princesitas' con complejo de abeja reina (porque se sienten unas 'reinitas' pero no dejan de ser unos bichos), pero bien que te gustan". En mi interior se escuhó un "¡ouch!" estruendoso y más de un improperio para mi hermana... pero algo de razón tenían sus palabras. Y no es que busque realmente a este tipo de mujeres, tampoco voy a decir que el destino tiene algo personal en contra mía, creo que se trata de un problema de percepción (gravísimo en mi caso).

Uno va por la vida conociendo gente y, obviamente, al género opuesto. Vamos juntando esos pequeños grandes detalles de las personas y uniéndolos en un rompecabezas para tratar de descifrar su personalidad, pero ¿qué pasa cuando el rompecabezas lo tienes al revés, o cuando estás tratando de juntar las piezas que no encajan? Algo así sucede en mi caso. Ustedes dirán "este güey es un pendejo", y tal vez sea cierto en otros ámbitos, porque realmente he conocido a más mujeres gratas en mi vida, pero como estoy enfocándome a las 'princesitas', continuemos con ellas.

En efecto, me es difícil detectar a tiempo esta especie dentro del género femenino, y es ahí donde creo que radica el problema que mencionaba mi hermana, pues aunque esas cosas se notan (a 5 km. de distancia y corriendo con los ojos cerrados), en el ritual de cortejo se pierde toda objetividad como para ser conscientes de estos detalles... hasta que llegas a conocer a la persona realmente y ¡oh! desilusión.

Acepto que también todo esto depende de los estándares que manejamos en cuestiones del sexo opuesto, así que no nos pongamos a chillar cuando la niña nos salió con un cacahuate por cerebro cuando únicamente nos fijamos en la talla y copa de su sostén, así como el tamaño de su trasero; o los bíceps y la barba partida en el caso de las meninas -por dar algún ejemplo. También tendríamos que trabajar en ello.

Quiero creer que ya aprendí -a base de madrazos- lo necesario de tan mentadas 'princesitas'; que el día que me tope nuevamente con una de ellas, mis antenitas de vinil detecten la presencia del enemigo para salir corriendo por mi vida lo más rápido y lejos que pueda. Así se lo prometí solemnemente a mi hermana al final de la charla pero, sobre todo, así me lo prometí más solemnemente.


Nota: Para mayores referencias acerca de la personalidad de las 'princesitas', chútense la película de Shrek (la primera) y hagan un análisis del personaje de Fiona (desde que está en la torre hasta que conoce a Shrek sin casco). También pueden consultar el personaje de Reese Whitespoorn en Legally Blond, o consultar a Reese Whiterspoon, que es casi lo mismo.

domingo, 11 de mayo de 2008

Más chachalidades

Razonamientos cuestionables a cuestionamientos comprensibles (¿o era al revés?)

De los amores

¿Cómo sabes cuando llegó la persona correcta a tu vida?
No sé, pero deberíamos tener una alarma como la del microondas, aunque seguramente la vida correría así de aburrida.
No hay como la incertidumbre de jugarse el albur.


Espontaneidad

La espontaneidad es algo así como cuando pretendes no saber que una de tus amigas está embarazada, siendo que semanas antes, Chuchita, Conchita, Samuel y Jorge, te avisaron y te pusieron al corriente.
Lo peor de estos casos, es cuando te sabes ser el padre de este desaguisado.


El destino

Lo fascinante del destino es que para lo adverso siempre llega a la hora pactada.

La comunicación móvil

Hija de la telefonía celular...
¿a dónde miran tus ojos cuando traes el aparato apagado?


Problemas de comunicación

Me resulta gracioso saber que cada vez que dices: “me siento sola”, yo entiendo: “ven a rescatarme”.
Y lo que realmente dices es: “quiero estar sola... no molestes”.

Desempaquetado

Estamos regresando (cosa que seguramente les vale un soberano cacahuate), y reintegrándome a mis actividades cotidianas. Desgraciadamente, tengo mucha 'güeva' para postear, así que en la semana veremos que se nos ocurre...

domingo, 4 de mayo de 2008

Cartas desde el inframundo VI

Abril, 1997

Señorita Escalante:

¿Qué tal le pintan sus días? Estamos esperando gustosos a que regrese pronto por estos lares después de su exitosa gira por la vida. Seguro me nota algo más cambiado desde la última vez que nos leímos, y no es para menos.
Conocí a una conejita, durante los últimos días de mi rehabilitación, que dejaba la marca de los dientes en casi todas las cosas, y cuando aún estaba convaleciendo por heridas de guerras pasadas. Muy buena niña, hija de familia, bastante educadita (a diferencia de la anterior), y en general muy agradable. Salimos por algunos meses, durante los cuales nos identificamos en varios ámbitos en los que, hasta la fecha, nos sentíamos o éramos catalogados de raros -es increíble saber de cuantos temas de conversación nos perdemos los seres humanos si fuéramos un poquito más abiertos.
Desgraciadamente, cuando se notaba más sanita que de costumbre, me di cuenta que todavía seguía herida de muerte por un amor pasado. Lo supe al momento de su duda, cuando, en un arrebato de valor, me arriesgué a robarle un suspiro de sus húmedos labios.
Había otro par de huellas acompañándola y no eran mías, ella las dejó marcadas en su playa a pesar de mi compañía. Me imagino que llegué un poco tarde, o un poco temprano, o qué sé yo, pero inoportuno al final.
A pesar de todo, me doy cuenta que los pedacitos de mi aorta, casi extinta, se regeneraron sin aviso previo. Dejémosles así por algún tiempo hasta que sanen, porque hoy gustoso me doy el tiro de gracia. “Quiero creer que estoy volviendo”, dijera Benedetti.


Su corregido (y aumentado) suicida.

viernes, 2 de mayo de 2008

Exigencias de la vida

En alguna ocasión, Fernando Vesga, a quien conocí durante su efímera faceta de director durante mi efímero paso por el teatro profesional, me dio una reprimenda tan memorable durante un ensayo, que terminé llorando de rabia al no saber qué era lo que él quería en la escena (minutos después de que Fernando me mandara a freír espárragos a causa de su enojo). Recuerdo que faltaban uno o dos días para el estreno de la obra, con lo que me envalentoné, a causa de mi ofuscación, para también mandarlo mucho más lejos a él y su puesta en escena.

Reynaldín Rossano (mejor conocido ahora como el "papirriqui") y otra chica (Yessi González), fueron a ver cómo me encontraba. Obvio que estaba más que calientito -y podías freír unos huevos con tocino en mi cabeza-, y les conté que quería dejar la obra, con lo que no tardaron en persuadirme para hacer lo contrario. Yo como estaba montado en mi burro les hacía caso omiso, hasta que llegó Fer.

Muy "amablemente", los mandó de regreso al ensayo y me quedé unos minutos a solas hasta que hubo tiempo para un 'break'. Fernando me llamó para platicar, y fui con mi cara de dignidad número 72. Todo indicaba que sería nuestro segundo round. Ya entrados en el recuento de los daños, y víctima de mi enojo persistente, solté otra vez las de San Pedro. Fue ahí cuando él me diría estas palabras que jamás olvidaré y que han sido de los mejores cumplidos que he recibido en toda mi vida:

"Hay gente aquí (en la obra) a la que no le pido nada, porque es todo lo que me pueden dar, llegaron a su límite. Si ves que a ti te exijo más, y me meto mucho contigo, no lo tomes personal, es porque tienes mucho potencial y puedes dar más de lo que me estás entregando ahorita."

Así, terminamos la plática con un abrazo y una ronda de cebollazos mutuos marca ACME.

Esas palabras son las que me han servido, hasta la fecha, para aplicarlas en varios aspectos de mi vida. Y es que hay momentos en los que juro que estoy a punto de tirar la toalla, y no crean que hablo de meterme un tiro en la cabeza o algo parecido. Pasa, que como todo ser humano, es muy común que uno pierda la fe en sus capacidades de vez en cuando. Volteamos a nuestro alrededor y vemos que hay gente que pareciera tener su vida arreglada de antemano, o que se le facilitaran las cosas más que a otros (trabajo, relaciones de pareja, estudios, la familia, etc.), y no podemos evitar el preguntarnos "por qué". ¿Por qué fulanito tiene trabajo y yo no? ¿Por qué sutanito consigue novia a cada rato si es un mujeriego? Y así nos vamos molestando por estas vicisitudes.

Nos molesta ver a esa gente que con el mínimo esfuerzo lo logran todo, mientras hay otros que por más que se empeñan en hacer las cosas, y echándole todas las ganas en sus proyectos, simplemente no se les da. El pensar que la vida es injusta, o tener algún improperio que escupir al viento, se convierte en una actividad normal y recurrente. Cuando lo que nunca nos pasa por la cabeza es que alguien -tal vez- les facilita las cosas porque es lo máximo que pueden dar, su límite. Y si la vida, el destino, Dios, o quienquiera que sea, nos exige más, y de paso se mete mucho con nosotros, no se trata del karma o de una broma de mal gusto, es porque sabe nuestro potencial y que lo que podemos dar es infinitamente mayor a lo que estamos dando en este momento...

Estoy seguro de ello.