domingo, 18 de mayo de 2008

Cartas desde el inframundo VII

Octubre, 1997

Mi muy querida señorita Escalante:

Espero que se encuentre muy bien y en compañía de sus seres queridos, como siempre suele hacerlo.
Le cuento que anoche, de nueva cuenta, me suicidé, volví a destrozarme el lado izquierdo del corazón para no sentir nada por un tiempo indefinido. Ahora fue un cuadro de Remedios Varo, con unos cuantos matices de Leonora Carrington, quien me mandó a un lugar lejano del cual no creo regresar por algunos meses. Esta hija de "La consagración de la primavera", decidió hacerse la aparecida mientras recién se paría un septiembre –estoy seguro que se escapó de un póster de "Nacer de nuevo" que tengo en mi cuarto.
Durante un tiempo, decidió prestarme sus hadas, su cuarto, sus zapatillas de ballet y sus tardes de melancolía, posada entre las sillas de algún rincón perdido de Coyoacán; pero al final fue eso: sólo durante un tiempo, y como todo préstamo, pidió todas sus cosas de vuelta cuando, con lágrimas en sus ojos, me confesó que ella no era la musa, ni la diva, ni las estrellas, ni el pecado recurrente de mis noches ociosas, sino "La casada infiel" que jamás tuvo el coraje de hablarme de su marido.
No le niego que fue triste, hasta frustrante, saber que aquellas noches, sus sonrisas, las canciones y su llanto, llevaban otros ojos como dedicatoria. Sin embargo, mis días, mi tinta, mi papel y mis fotografías, junto con los lienzos que jamás pinté, fueron de su uso exclusivo y con todos los derechos de autor cedidos con fines de lucro.
En el último café de nuestra vida juntos, me pidió como favor que no le comentara nada de esto a su hombre, quien no era amigo mío pero sí conocido de varias tertulias atrás, y no porque le preocupara el futuro de su relación, tampoco lo hizo pensando en mí o tratando de evitar una posible confrontación, más bien, era la mejor manera en que los tres podíamos entender las cosas –o hacernos 'güeyes', en su defecto.
En fin, me voy de viaje por unos cuantos meses, espero que a mi regreso el cambio de clima me haya cambiado la cara. De no ser así, continuaré con mi exilio hasta que me dure el gusto, o la agonía.


Su ahora desconfiado suicida.

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