Me encontraba pasando unos días con mi familia, cuando platicando con mi hermana, en una de esas pláticas que no nos echábamos desde que se casó, salió a relucir ese tema que surge cuando a uno lo ven soltero desde hace algún rato y sigue pasando el tiempo, cuando tienes hermanos que ya se casaron y tu sigues como Lumi Cavazos en Como Agua Para Chocolate, cuando esos hermanos ya tuvieron hijos y los abuelitos de estos últimos (osease tus padres) te empiezan a demostrar, muuuuy sutilmente, que quieren tener más nietos (entiéndase tus hijos). Por lo que el sermoncito que me recetó, ya lo tengo muy bien estudiado desde hace varios años -yo sé que lo hacen con buenas intenciones pero, aunque la cara me delata, créanme que entiendo con una sola vez que me lo digan.
Al momento de darme sus conclusiones, me soltó una frase casi condenatoria para mi persona: "¿Pa' qué le haces al cuento? Según tú, odias a las mujeres que son 'princesitas' con complejo de abeja reina (porque se sienten unas 'reinitas' pero no dejan de ser unos bichos), pero bien que te gustan". En mi interior se escuhó un "¡ouch!" estruendoso y más de un improperio para mi hermana... pero algo de razón tenían sus palabras. Y no es que busque realmente a este tipo de mujeres, tampoco voy a decir que el destino tiene algo personal en contra mía, creo que se trata de un problema de percepción (gravísimo en mi caso).
Uno va por la vida conociendo gente y, obviamente, al género opuesto. Vamos juntando esos pequeños grandes detalles de las personas y uniéndolos en un rompecabezas para tratar de descifrar su personalidad, pero ¿qué pasa cuando el rompecabezas lo tienes al revés, o cuando estás tratando de juntar las piezas que no encajan? Algo así sucede en mi caso. Ustedes dirán "este güey es un pendejo", y tal vez sea cierto en otros ámbitos, porque realmente he conocido a más mujeres gratas en mi vida, pero como estoy enfocándome a las 'princesitas', continuemos con ellas.
En efecto, me es difícil detectar a tiempo esta especie dentro del género femenino, y es ahí donde creo que radica el problema que mencionaba mi hermana, pues aunque esas cosas se notan (a 5 km. de distancia y corriendo con los ojos cerrados), en el ritual de cortejo se pierde toda objetividad como para ser conscientes de estos detalles... hasta que llegas a conocer a la persona realmente y ¡oh! desilusión.
Acepto que también todo esto depende de los estándares que manejamos en cuestiones del sexo opuesto, así que no nos pongamos a chillar cuando la niña nos salió con un cacahuate por cerebro cuando únicamente nos fijamos en la talla y copa de su sostén, así como el tamaño de su trasero; o los bíceps y la barba partida en el caso de las meninas -por dar algún ejemplo. También tendríamos que trabajar en ello.
Quiero creer que ya aprendí -a base de madrazos- lo necesario de tan mentadas 'princesitas'; que el día que me tope nuevamente con una de ellas, mis antenitas de vinil detecten la presencia del enemigo para salir corriendo por mi vida lo más rápido y lejos que pueda. Así se lo prometí solemnemente a mi hermana al final de la charla pero, sobre todo, así me lo prometí más solemnemente.
Nota: Para mayores referencias acerca de la personalidad de las 'princesitas', chútense la película de Shrek (la primera) y hagan un análisis del personaje de Fiona (desde que está en la torre hasta que conoce a Shrek sin casco). También pueden consultar el personaje de Reese Whitespoorn en Legally Blond, o consultar a Reese Whiterspoon, que es casi lo mismo.
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