Esta entrada debería comenzar con algo como: "sí, he descuidado el blog", pero ¿para qué hacer más evidente lo obvio? Y tengo todo un saco de pretextos para justificarme: la chamba, falta de inspiración, que ya estoy durmiendo a mis horas (lo cual creo que afecta mi inspiración), flojera, etc.; pero todo se resume a unas cuantas palabras... simplemente no me he sentido con ganas de escribir en este blog. Más aún ahora que tengo que estar enclaustrado y guardando reposo gracias a una fractura que traigo en el quinto metatarsiano (sí, se ve y se siente tan doloroso como se oye).
Tengo que estar con la pata enyesada durante un mes, cosa que me deprime mucho. No me preocupa lo que pueda o no pasar en mi chamba (estoy bajo contrato temporal aún), lo que me deprime en demasía es el no poder caminar. Y es que de eso vivo, por decirlo de alguna manera.
Soy una persona a la que le gusta caminar, vagar y perderme por los rincones de la ciudad, es una actividad que me relaja, es mi terapia para no recobrar la cordura que te hace recordar que el mundo apesta. Disfruto cada paso que doy, las largas zancadas que me permiten acortar la distancia en cada trayecto. También sé caminar lento, como quien quiere acariciar el viento y acurrucarse en su vaivén. Caminar es el mejor psicólogo que me he conseguido... es más barato.
Ahora que no lo tengo, los días se hacen lentos, me he vuelto un poco claustrofóbico y más antisocial de lo que ya era. Y seguramente me clavo mucho en la textura, no es para tanto, un mes se pasa pronto y lo primero es mi salud. Pero cómo me pesa el no poder moverme a mi antojo, aunque ya empiezo a disfrutar el tener que llegar dando brinquitos al baño.
Mientras tanto, veré cómo retomar el blog y darle nuevamente el rumbo que había perdido en los últimos posts.
Voy a tener tiempo de sobra ¿no?
No pude evitar tomar una foto del desaguisado ¿Por qué será que nos gusta documentar estas cosas y presumirlas con gran orgullo?
Tengo que estar con la pata enyesada durante un mes, cosa que me deprime mucho. No me preocupa lo que pueda o no pasar en mi chamba (estoy bajo contrato temporal aún), lo que me deprime en demasía es el no poder caminar. Y es que de eso vivo, por decirlo de alguna manera.
Soy una persona a la que le gusta caminar, vagar y perderme por los rincones de la ciudad, es una actividad que me relaja, es mi terapia para no recobrar la cordura que te hace recordar que el mundo apesta. Disfruto cada paso que doy, las largas zancadas que me permiten acortar la distancia en cada trayecto. También sé caminar lento, como quien quiere acariciar el viento y acurrucarse en su vaivén. Caminar es el mejor psicólogo que me he conseguido... es más barato.
Ahora que no lo tengo, los días se hacen lentos, me he vuelto un poco claustrofóbico y más antisocial de lo que ya era. Y seguramente me clavo mucho en la textura, no es para tanto, un mes se pasa pronto y lo primero es mi salud. Pero cómo me pesa el no poder moverme a mi antojo, aunque ya empiezo a disfrutar el tener que llegar dando brinquitos al baño.
Mientras tanto, veré cómo retomar el blog y darle nuevamente el rumbo que había perdido en los últimos posts.
Voy a tener tiempo de sobra ¿no?
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