Arriba, los escombros siguen circulando en costalitos que desfilan
durante todo el día, mientras el ruido de los taladros continúa en su
afán de acabar con la cordura de más de un vecino, y eso que ya algunos
tuvieron un simulacro de ataque psicótico. La ventana, entretanto, sigue
espiando las ramas viejas que se mudan de los árboles con mayor índice
poblacional hacia rumbo desconocido; la imaginación asegura que se va a
alguna fábrica industrializada recicladora de ramas viejas
convirtiéndolas, como por arte de magia, en otros artículos de uso
diario -qué ingenua. Camiones de mudanzas nos visitan con más frecuencia
en estos días, sacando las chivas viejas y remplazándolas por otras,
igual de viejas, pero con otros dueños; es el devenir del mundo,
supongo.
Y en algún lugar hay algún inquilino preguntándose si es
hora de deshacerse de algunos cientos de cachivaches, no los del
departamento, sino los que en realidad estorban, los del
inquilino
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