No me preguntes acerca del amor porque seguramente veré las cosas muy distintas a como tú lo haces. No preguntes por qué mis respuestas serán todo aquello que no quieres escuchar.
No me preguntes acerca de que tan enamorado(a) te ves porque -créeme- muy pocas parejas merecen mi respeto, y a ti no te veo 'brillar' cuando sonríes.
No me preguntes por todo aquello que esperas sea aprobado por los demás porque, puede que por amargado o realista (un pesimista mal disfrazado), yo no me mostraré conforme con lo que no puedes dar, e insistes en creérlo a la inversa.
No me preguntes por gustos musicales, los míos son 'raros'. Únicamente trataré de metértelos a la fuerza.
No me preguntes por temas religiosos o políticos, me causan flojera, y haré uso de mis chistes ácidos para hacerte desistir de cualquier intento por debatir acerca de los mismos.
No preguntes acerca de mi opinión sobre la humanidad porque, al igual que Dr. House, te diré "la gente no cambia, tómame como ejemplo, no dejaré de decirte que 'la gente no cambia'".
No preguntes qué tan malo, ojete o mamón, de mente cerrada, o qué tan sarcástico puedo llegar a ser. Lo más seguro es que te conteste de forma exagerada, o que mis superlativos sean inversamente proporcionales a los adjetivos que emplee.
No preguntes por qué -a veces- suelo odiar a la sociedad, por qué me gusta sentirme como un fantasma, y que nadie me note, por qué me manejo -también- un perfil bajo. Simplemente me canso de ser humano (como dice Neruda).
No me preguntes, porque no te voy a responder esas cosas. Se me hacen tan obvias.
No preguntes, que yo solo me sé de explicaciones. Así soy, así me hice, y ha sido todo un arte, en mi caso, hacerlo.
No preguntes, porque yo sé de contestarme.
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