Lo cierto es que, desde hace casi un mes, me viene a visitar este muchacho. Me saluda por la ventana cada mañana, se posa en un árbol cercano por las tardes, y me revolotea como si pretendiera seguirme cuando salgo a la calle. Algunos días, cuando parece que ya no viene a hacer sus rondas, trina haciéndome saber que está cerca (ha de estar muy ocupado con las flores).
Sé que cuando descifre lo que me está tratando de decir, seguramente se marchará a otra ventana, a otro árbol y perseguirá a alguien más. Pero espero que se dé una vuelta de vez en cuando para contarnos cómo nos ha ido.
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