Acá entre nos, mientras la mayoría de la gente se muestra altamente agradecida con la madre naturaleza por tener que cambiar los abrigos por ropa más ligerita, entre que los colores se saturan y parecen más 'vivos' que el resto del año (eso o mi pupila está obscenamente dilatada), y que los pajaritos parecen tener una vida social más activa que de costumbre, con la llegada de la primavera a mí se me acabaron los días felices.
No es que sea bipolar, ni porque tenga que emprender una empresa que me haga sentir miserable, más bien se trata de una cuestión de gustos: yo soy feliz cuando el cielo está nublado, adoro la lluvia, y me ahogo cuando no hace frío. Soy feliz sólo seis meses al año (aunque con el cambio climatológico, la cifra se ha vuelto inconstante). Los días calurosos se me hacen días 'equis', no los soporto, sobre todo porque en estos lares el calor es seco y con mucha suerte llegas sudar, lo que hace que uno sienta que la sangre está en ebullición constante y deja abierta la posibilidad de que te llegue a explotar la aorta por tanta cocción.
En fin, los próximos meses tendré que re-acostumbrarme a ser feliz por ratos.
Son los días que quisiera que pasaran pronto, sin embargo son los que corren más lento.
...Y sigo sin entender qué demonios le ocurre hormonal o psicológicamente al burro para ponerse como se pone en primavera.
2 comentarios:
Aca estamos entrando al otoño, asi que te entiendo un poco menos :) jajajajaj
Besos!
Es cierto, estás en el otro hemisferio. No sabes cómo te envidio por estar en otoño.
Saludos.
P.D. No me has contestado si tú eres la del cello.
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