domingo, 10 de agosto de 2008

Cartas desde el inframundo XIV

Marzo, 2006

Estimada señorita Escalante:

En esta ocasión su suicida se declara culpable de todos los cargos que se le imputan, pues la bala perdida que estaba destinada para mí, no sé que tan involuntaria o voluntariamente, impactó a otra persona. La víctima en cuestión, fue una muy buena mujer y de buenos sentimientos, cuyo único error fue juntarse con este sujeto con tendencias de lemming en mi fase más oscura.
Las razones que me hicieron buscarle aún no me quedan claras, pudiera ser la infinita soledad que acompañaba mis días o la insistencia de sus comadres metiches, mi gran disponibilidad para los lavados cerebrales que ejerce la gente a mi alrededor o si, realmente, por las razones correctas; el punto es que le busqué, y al no encontrarle decidí recoger mis “chivas” y llevármelas hacia otro puerto. El problema fue que, cuando las naves estaban a punto de salir de la bahía, finalmente ella decidió buscarme.
Una vez ya inmersos en la aventura, las cosas no fueron tan mal (sólo discutimos una vez y por una bendita estupidez), pero ese vacío que traía desde antes de conocerle continuaba a pesar de su cercanía. Probablemente debí ser más abierto en esta cuestión, desgraciadamente siempre uno tiende a guardarse estas cosas para uno mismo, sobre todo yo.
Para serle honesto, lo que buscaba no lo encontré en esos ojos, tampoco me sentí el hombre capaz de darle lo que ella necesitaba. Seguramente, no era llenar los requisitos de una solicitud de empleo o algo así, más bien era de entregarse de lleno a la relación, sólo que no quise o no me di la oportunidad. Ojalá nos hubiéramos encontrado en otra etapa más brillante en mi vida.
Siento que estoy divagando demasiado respecto al tema, y tal vez es porque todas las evidencias demuestran mi culpa en el caso. Inconscientemente le hice daño, y tal parece que estaba decidido a hacerle pagar los daños, malos tratos y demás, de mis anteriores mujeres vanas; una factura que no le correspondía.
El daño hubiera sido más grande de haber seguido juntos, y ella no se merece un trato tan injustificadamente ruin de alguien que con el paso de los años se encierra en la amargura y la decepción. Fue por eso que me decidí terminar con el encanto –a pesar de sus sabios consejos señorita Escalante-, pero créame que fue lo mejor para ella.
Creo que las múltiples mutilaciones, a las que ha sido sometida mi aorta, ahora sí hicieron mella en mi persona y, por querer rebanarme otro de mis dedos, terminé matando las ilusiones de la (probablemente) musa que me acompañaba antes del ocaso de un invierno.


Su suicida de cabecera.

1 comentario:

Jayja para tí... dijo...

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