lunes, 18 de agosto de 2008

La última bala

Sólo una bala en la cartuchera, con el nombre de alguno de los dos grabada en ella. Tal vez era el hedor del sudor nicótico del proscrito lo que le impulsaba a desatar la furia de su tempestad en contra de la quimera. Una ave plateada surca el cielo indiferente ante el recuerdo del alba.

La respiración entrecortada, la culpa que ella emanaba se posó sobre su cabeza. Él lo había previsto, era su momento de triunfo. Había esperado muchas noches para disfrutarlo con todo el rencor que había archivado en su caja de afectos mutilados. No retrocedería. Antes de dar por concluida la ceremonia, pensó en devolverle todas y cada una de las palabras perdidas envueltas en celofán.

Jamás advirtió un pequeño detalle: que las cóleras huyen junto con la ausencia y los motivos se vuelven impuntuales. Aún así guardó algo de plomo para su propio pecho.

Un ángel derrama una lágrima por el alma del ausente. Jamás volverá a sentir.

Descanse en paz.

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