lunes, 9 de junio de 2008

Charcos

Estos han sido días lluviosos, los días que mejor me van. Soy feliz sólo cuando llueve, los seis o siete meses restantes son difíciles de tolerar. Y mientras la lluvia poco a poco iba dibujando los charcos de la calle, recordé cómo gozaba jugando en ellos.

Para mí, los charcos no eran únicamente la alberca soñada o el pretexto para salpicar. La casa donde me crié tenía terreno irregular, las rocas, las plantas y el patio de mi madre, y el de mi tía (q.e.p.d.), creaban, junto con los charcos, la locación perfecta para vivir mil aventuras, donde mis muñequitos de plástico eran los personajes principales. Buscaba los lugares que mejor se acomodaran a las necesidades de mis historias, las cuales se desarrollaban conforme transcurrían los hechos. Había ahogados, riñas (como en las películas de vaqueros que veía y que, casi siempre, tenían enfrentamientos en algún río o arroyuelo), aventuras acuáticas, y otras tantas cosas más.

También me encantaban las bolitas de tierra colorada que se formaban cuando terminaba de llover. Una vez secas, parecían piedras, la diferencia era que si las arrojabas se deshacían al estrellarse con el suelo o la pared. Y comencé a utilizarlas con mis muñequitos, me servían como granadas cuando intercambiaban fuego los buenos y los malos -esos sí eran efectos especiales. Me fascinaba ver cómo salían volando, igual y como ocurría en las explosiones de las películas de guerra que veía mi padre.

En esos días, mi vecinito jugaba con sus Transformers, o con los muñequitos de Star Wars (de Lily Ledi), pero siempre evitando los charcos para que no se le estropearan. No sabe lo que se pierde-, pensaba. Para mí era una fortuna poder chapotear hasta que me cachaban mis padres o mi tía, y siempre me regañaban por jugar imprudentemente. "Te vas a enfermar" era el argumento persistente.

Y mientras la lluvia poco a poco iba dibujando los charcos de la calle, y recordaba cómo gozaba jugando en ellos, quise rememorar esos días pensando en cómo les podría sacar provecho ahora, saber hasta dónde me llevaría mi imaginación, y... nada.

No quiero volver a jugar con mis muñequitos, sólo desearía poder recuperar esa imaginación perdida -supongo que debe ser culpa de los años.

1 comentario:

Violeta Vázquez-Rojas dijo...

Hola Chacha. Gracias por tu comentario en mi blog. Yo también disfruto mucho tus textos. Parece que todos tenemos en común una memoria hipersensible a la época de lluvias. Un saludo, V.