En alguna ocasión, Fernando Vesga, a quien conocí durante su efímera faceta de director durante mi efímero paso por el teatro profesional, me dio una reprimenda tan memorable durante un ensayo, que terminé llorando de rabia al no saber qué era lo que él quería en la escena (minutos después de que Fernando me mandara a freír espárragos a causa de su enojo). Recuerdo que faltaban uno o dos días para el estreno de la obra, con lo que me envalentoné, a causa de mi ofuscación, para también mandarlo mucho más lejos a él y su puesta en escena.
Reynaldín Rossano (mejor conocido ahora como el "papirriqui") y otra chica (Yessi González), fueron a ver cómo me encontraba. Obvio que estaba más que calientito -y podías freír unos huevos con tocino en mi cabeza-, y les conté que quería dejar la obra, con lo que no tardaron en persuadirme para hacer lo contrario. Yo como estaba montado en mi burro les hacía caso omiso, hasta que llegó Fer.
Muy "amablemente", los mandó de regreso al ensayo y me quedé unos minutos a solas hasta que hubo tiempo para un 'break'. Fernando me llamó para platicar, y fui con mi cara de dignidad número 72. Todo indicaba que sería nuestro segundo round. Ya entrados en el recuento de los daños, y víctima de mi enojo persistente, solté otra vez las de San Pedro. Fue ahí cuando él me diría estas palabras que jamás olvidaré y que han sido de los mejores cumplidos que he recibido en toda mi vida:
"Hay gente aquí (en la obra) a la que no le pido nada, porque es todo lo que me pueden dar, llegaron a su límite. Si ves que a ti te exijo más, y me meto mucho contigo, no lo tomes personal, es porque tienes mucho potencial y puedes dar más de lo que me estás entregando ahorita."
Así, terminamos la plática con un abrazo y una ronda de cebollazos mutuos marca ACME.
Esas palabras son las que me han servido, hasta la fecha, para aplicarlas en varios aspectos de mi vida. Y es que hay momentos en los que juro que estoy a punto de tirar la toalla, y no crean que hablo de meterme un tiro en la cabeza o algo parecido. Pasa, que como todo ser humano, es muy común que uno pierda la fe en sus capacidades de vez en cuando. Volteamos a nuestro alrededor y vemos que hay gente que pareciera tener su vida arreglada de antemano, o que se le facilitaran las cosas más que a otros (trabajo, relaciones de pareja, estudios, la familia, etc.), y no podemos evitar el preguntarnos "por qué". ¿Por qué fulanito tiene trabajo y yo no? ¿Por qué sutanito consigue novia a cada rato si es un mujeriego? Y así nos vamos molestando por estas vicisitudes.
Nos molesta ver a esa gente que con el mínimo esfuerzo lo logran todo, mientras hay otros que por más que se empeñan en hacer las cosas, y echándole todas las ganas en sus proyectos, simplemente no se les da. El pensar que la vida es injusta, o tener algún improperio que escupir al viento, se convierte en una actividad normal y recurrente. Cuando lo que nunca nos pasa por la cabeza es que alguien -tal vez- les facilita las cosas porque es lo máximo que pueden dar, su límite. Y si la vida, el destino, Dios, o quienquiera que sea, nos exige más, y de paso se mete mucho con nosotros, no se trata del karma o de una broma de mal gusto, es porque sabe nuestro potencial y que lo que podemos dar es infinitamente mayor a lo que estamos dando en este momento...
Estoy seguro de ello.
1 comentario:
Gracias Carlos... de verdad muchas gracias!! AMIGO
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