Eres el recuerdo persistente
cuando decido no afrontar mis pasos.
Eres sólo eso.
Te has vuelto la hiel y la sangre
que aconseja en los días nublados,
cubiertos de un manto gris maldito,
donde suelo esconderme de mí.
He decidido erigirte un monumento
para rendirle honores a tu ausencia
y al odio que me has convidado
de tu plato de sobras mezquinas de humanidad,
de mí, para ti,
y con mucho cariño,
desde el otro lado de la muerte.
Eres sólo eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario