martes, 8 de julio de 2008

Ausencia

—Me he cambiado el nombre —interrumpe durante nuestra charla telefónica—, ahora me llamo Ausencia.
—¿Ausencia de qué? —me pregunté.

Y ahora que lo pienso, la respuesta había sido revelada durante nuestra plática: se refería a su ausencia, a la de ella en sus relaciones. Le había leído, escuchado y observado en los últimos meses, y resultaba obvio que destilaba la ausencia por sus poros, pero pasó inadvertido hasta que una monje budista encontró su 'chakra' defectuoso.

Ausencia a final de cuentas.

—Si ahora no estás ¿nunca estuviste? —le reclamaba al último de sus hombres.

La pregunta también podría formulársela ella, y mi respuesta sería que, tal vez, ambos nunca estuvieron.

Ausencia a final de cuentas.

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