domingo, 20 de julio de 2008

Cartas desde el inframundo XIII

Diciembre, 2005

Mi muy querida y recurrida señorita Escalante:

Resulta que reapareció aquella mujer ambivalente (la de ojos como botellones ahumados) de la que le hablé en el difunto 2004. En un principio, supuse por fin quedarían aclaradas las dudas pero, al parecer, venía por mí.
Fue hace algunos meses, llegó contándome de su renovada vida y su nuevo trabajo, hasta se esforzó por ser la primera en felicitarme en mi cumpleaños. Efectivamente, se notaba bastante cambiadita.
Volvimos a salir, creo que ambos estábamos entusiasmados por ponernos al corriente de nuestras vidas y, más aún, por retomar el camino perdido de un año atrás. Pero cuando todo indicaba una segunda oportunidad, me confesó que había otro ocupando el lugar que yo ya estaba decidido a retomar. Obviamente, yo no me permitiría ser el “otro”, pero al contarme de su desamor, y los miles de pretextos que me ofreció en bandeja de plata para que efectuara el famosísimo “baje de novia”, decidí hacer lo propio para quedarme con la heroína de la película.
Desgraciadamente, hay cosas que nunca cambian –ni cambiarán-, pues volvió a cerrarse conmigo; a la hora de la toma decisiones, guardó su ya peculiar silencio. Después de largas horas sin pronunciar palabra alguna, al fin me dejó saber su respuesta: prefirió conformarse con las migajas de amor que le ofrecía su actual pareja.
No puedo juzgarla después de esto, claro, nadie merece estar mendigando en busca de cariño, pero fue su elección –y el que por su gusto muere... Al menos esta vez expuso sus razones y no la típica incertidumbre a la que me había malacostumbrado, además fue honesta.
Este año parece que el arbolito es para mí solo.
Por cierto, hoy le pusimos el techo a la casa para no pasar fríos en esta época del año; ya no podremos ver las estrellas, hasta que un día el techo me caiga encima. En fin, perdemos las cosas que ganamos.


Su poco festivo, a pesar de las fechas, suicida de cabecera.

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