Leyendo la Alegoría del "Zurdo" Miguel F. de Gerardo Ortega, recordé aquella peculiaridad en mi persona que me llena de orgullo: "soy zurdo de nacimiento". Creo que lo supe incluso en mis primeros años, sólo que el hecho de que me miraran con extrañeza y asombro me resultaba curioso. Eso daba de qué hablar -sí, también me ha gustado llamar la atención incluso en mis primeros años.
En pre-primaria fui obligado, por una monja, a escribir con la mano derecha. En esa época no se tenía aún plena conciencia de zurdos y diestros, por lo que la monjita pensó que lo mío era un mal hábito, aparte de no ser correcto según ella. Lo que me dejó con una letra horrible por escritura. "Tan bonito que escribías con la mano izquierda" -decía mi madre.
Las tijeras, abrelatas y otras cosas, también se me complicaban. Desgraciadamente, era tan mal visto (como una rareza) por la sociedad el ser zurdo en aquellos tiempos, que tuve que decirle adiós a mi mano izquierda para muchas cosas.
Actualmente, salvo mi familia, poca gente sabe que soy zurdo. Los pocos que lo han notado, ha sido cuando me ven cortar la carne o realizar algunas actividades, que aún conservo, con la mano izquierda. Mi conflicto existencial debería ser de lo más insufrible porque soy diestro para escribir y tocar la guitarra (me costó aprender a tocarla de esta manera pero más flojera me causó el cambiar todas las cuerdas), ambidiestro para la mayoría de las actividades, y unas pocas cosas que hago con la mano izquierda. Lo cierto es que no hay tal conflicto, yo sigo siendo, y sintiéndome, zurdo.
Eso explica mis problemas de sueño, mi forma "chueca" -como me dijo Memo- de ver la vida, el proponerme un estilo de vida no tan llano y simple, y otras rarezas más. Algún día volveré a escribir con mi mano real, la izquierda.
Mi hermana me cuenta que su hijo, el mayor, utiliza más la mano izquierda. Yo le digo que va a ser zurdo como su tío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario