Eres el recuerdo persistente
cuando decido no afrontar mis pasos.
Eres sólo eso.
Te has vuelto la hiel y la sangre
que aconseja en los días nublados,
cubiertos de un manto gris maldito,
donde suelo esconderme de mí.
He decidido erigirte un monumento
para rendirle honores a tu ausencia
y al odio que me has convidado
de tu plato de sobras mezquinas de humanidad,
de mí, para ti,
y con mucho cariño,
desde el otro lado de la muerte.
Eres sólo eso.
No se tiran deshechos... sólo palabras, pensamientos, y cuestionamientos extraños
jueves, 31 de julio de 2008
sábado, 26 de julio de 2008
Patita de perro
Esta semana me sentí con ganas de reencontrarme, salir a la calle. El rumbo fue lo de menos, sólo quería sentirme rodeado por seres humanos.
Me encrespan los lugares concurridos, me engentan. Pero esta vez decidí perderme entre la multidud. Había olvidado que tan placenteras, que tan terapéuticas, me resultaban mis caminatas.
Necesitaba reencontrarme con las fotos que aún no he tomado (y en los próximos días espero que tomar), con mi pachucote de oro, con esos lugares por los que solía caminar en compañía de alguien, también por los que caminaba solo, el museo que no visitaba desde hace años y otras cosas más. Cosas que me llenaron de una tranquilidad casi hipnótica y que regresaron esa sonrisa idiota -que tanto me encanta- a mi rostro.
"Quiero creer que estoy volviendo"
Me encrespan los lugares concurridos, me engentan. Pero esta vez decidí perderme entre la multidud. Había olvidado que tan placenteras, que tan terapéuticas, me resultaban mis caminatas.
Necesitaba reencontrarme con las fotos que aún no he tomado (y en los próximos días espero que tomar), con mi pachucote de oro, con esos lugares por los que solía caminar en compañía de alguien, también por los que caminaba solo, el museo que no visitaba desde hace años y otras cosas más. Cosas que me llenaron de una tranquilidad casi hipnótica y que regresaron esa sonrisa idiota -que tanto me encanta- a mi rostro.
"Quiero creer que estoy volviendo"
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miércoles, 23 de julio de 2008
Izquierdista
Leyendo la Alegoría del "Zurdo" Miguel F. de Gerardo Ortega, recordé aquella peculiaridad en mi persona que me llena de orgullo: "soy zurdo de nacimiento". Creo que lo supe incluso en mis primeros años, sólo que el hecho de que me miraran con extrañeza y asombro me resultaba curioso. Eso daba de qué hablar -sí, también me ha gustado llamar la atención incluso en mis primeros años.
En pre-primaria fui obligado, por una monja, a escribir con la mano derecha. En esa época no se tenía aún plena conciencia de zurdos y diestros, por lo que la monjita pensó que lo mío era un mal hábito, aparte de no ser correcto según ella. Lo que me dejó con una letra horrible por escritura. "Tan bonito que escribías con la mano izquierda" -decía mi madre.
Las tijeras, abrelatas y otras cosas, también se me complicaban. Desgraciadamente, era tan mal visto (como una rareza) por la sociedad el ser zurdo en aquellos tiempos, que tuve que decirle adiós a mi mano izquierda para muchas cosas.
Actualmente, salvo mi familia, poca gente sabe que soy zurdo. Los pocos que lo han notado, ha sido cuando me ven cortar la carne o realizar algunas actividades, que aún conservo, con la mano izquierda. Mi conflicto existencial debería ser de lo más insufrible porque soy diestro para escribir y tocar la guitarra (me costó aprender a tocarla de esta manera pero más flojera me causó el cambiar todas las cuerdas), ambidiestro para la mayoría de las actividades, y unas pocas cosas que hago con la mano izquierda. Lo cierto es que no hay tal conflicto, yo sigo siendo, y sintiéndome, zurdo.
Eso explica mis problemas de sueño, mi forma "chueca" -como me dijo Memo- de ver la vida, el proponerme un estilo de vida no tan llano y simple, y otras rarezas más. Algún día volveré a escribir con mi mano real, la izquierda.
Mi hermana me cuenta que su hijo, el mayor, utiliza más la mano izquierda. Yo le digo que va a ser zurdo como su tío.
En pre-primaria fui obligado, por una monja, a escribir con la mano derecha. En esa época no se tenía aún plena conciencia de zurdos y diestros, por lo que la monjita pensó que lo mío era un mal hábito, aparte de no ser correcto según ella. Lo que me dejó con una letra horrible por escritura. "Tan bonito que escribías con la mano izquierda" -decía mi madre.
Las tijeras, abrelatas y otras cosas, también se me complicaban. Desgraciadamente, era tan mal visto (como una rareza) por la sociedad el ser zurdo en aquellos tiempos, que tuve que decirle adiós a mi mano izquierda para muchas cosas.
Actualmente, salvo mi familia, poca gente sabe que soy zurdo. Los pocos que lo han notado, ha sido cuando me ven cortar la carne o realizar algunas actividades, que aún conservo, con la mano izquierda. Mi conflicto existencial debería ser de lo más insufrible porque soy diestro para escribir y tocar la guitarra (me costó aprender a tocarla de esta manera pero más flojera me causó el cambiar todas las cuerdas), ambidiestro para la mayoría de las actividades, y unas pocas cosas que hago con la mano izquierda. Lo cierto es que no hay tal conflicto, yo sigo siendo, y sintiéndome, zurdo.
Eso explica mis problemas de sueño, mi forma "chueca" -como me dijo Memo- de ver la vida, el proponerme un estilo de vida no tan llano y simple, y otras rarezas más. Algún día volveré a escribir con mi mano real, la izquierda.
Mi hermana me cuenta que su hijo, el mayor, utiliza más la mano izquierda. Yo le digo que va a ser zurdo como su tío.
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domingo, 20 de julio de 2008
Cartas desde el inframundo XIII
Diciembre, 2005
Mi muy querida y recurrida señorita Escalante:
Resulta que reapareció aquella mujer ambivalente (la de ojos como botellones ahumados) de la que le hablé en el difunto 2004. En un principio, supuse por fin quedarían aclaradas las dudas pero, al parecer, venía por mí.
Fue hace algunos meses, llegó contándome de su renovada vida y su nuevo trabajo, hasta se esforzó por ser la primera en felicitarme en mi cumpleaños. Efectivamente, se notaba bastante cambiadita.
Volvimos a salir, creo que ambos estábamos entusiasmados por ponernos al corriente de nuestras vidas y, más aún, por retomar el camino perdido de un año atrás. Pero cuando todo indicaba una segunda oportunidad, me confesó que había otro ocupando el lugar que yo ya estaba decidido a retomar. Obviamente, yo no me permitiría ser el “otro”, pero al contarme de su desamor, y los miles de pretextos que me ofreció en bandeja de plata para que efectuara el famosísimo “baje de novia”, decidí hacer lo propio para quedarme con la heroína de la película.
Desgraciadamente, hay cosas que nunca cambian –ni cambiarán-, pues volvió a cerrarse conmigo; a la hora de la toma decisiones, guardó su ya peculiar silencio. Después de largas horas sin pronunciar palabra alguna, al fin me dejó saber su respuesta: prefirió conformarse con las migajas de amor que le ofrecía su actual pareja.
No puedo juzgarla después de esto, claro, nadie merece estar mendigando en busca de cariño, pero fue su elección –y el que por su gusto muere... Al menos esta vez expuso sus razones y no la típica incertidumbre a la que me había malacostumbrado, además fue honesta.
Este año parece que el arbolito es para mí solo.
Por cierto, hoy le pusimos el techo a la casa para no pasar fríos en esta época del año; ya no podremos ver las estrellas, hasta que un día el techo me caiga encima. En fin, perdemos las cosas que ganamos.
Su poco festivo, a pesar de las fechas, suicida de cabecera.
Mi muy querida y recurrida señorita Escalante:
Resulta que reapareció aquella mujer ambivalente (la de ojos como botellones ahumados) de la que le hablé en el difunto 2004. En un principio, supuse por fin quedarían aclaradas las dudas pero, al parecer, venía por mí.
Fue hace algunos meses, llegó contándome de su renovada vida y su nuevo trabajo, hasta se esforzó por ser la primera en felicitarme en mi cumpleaños. Efectivamente, se notaba bastante cambiadita.
Volvimos a salir, creo que ambos estábamos entusiasmados por ponernos al corriente de nuestras vidas y, más aún, por retomar el camino perdido de un año atrás. Pero cuando todo indicaba una segunda oportunidad, me confesó que había otro ocupando el lugar que yo ya estaba decidido a retomar. Obviamente, yo no me permitiría ser el “otro”, pero al contarme de su desamor, y los miles de pretextos que me ofreció en bandeja de plata para que efectuara el famosísimo “baje de novia”, decidí hacer lo propio para quedarme con la heroína de la película.
Desgraciadamente, hay cosas que nunca cambian –ni cambiarán-, pues volvió a cerrarse conmigo; a la hora de la toma decisiones, guardó su ya peculiar silencio. Después de largas horas sin pronunciar palabra alguna, al fin me dejó saber su respuesta: prefirió conformarse con las migajas de amor que le ofrecía su actual pareja.
No puedo juzgarla después de esto, claro, nadie merece estar mendigando en busca de cariño, pero fue su elección –y el que por su gusto muere... Al menos esta vez expuso sus razones y no la típica incertidumbre a la que me había malacostumbrado, además fue honesta.
Este año parece que el arbolito es para mí solo.
Por cierto, hoy le pusimos el techo a la casa para no pasar fríos en esta época del año; ya no podremos ver las estrellas, hasta que un día el techo me caiga encima. En fin, perdemos las cosas que ganamos.
Su poco festivo, a pesar de las fechas, suicida de cabecera.
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jueves, 17 de julio de 2008
Utópico.com
Quiero creer que fue por un texto que estaba terminando, por el día nublado o qué sé yo, pero al entrar a checar mis e-mails escribí como dirección de correo electrónico: utópico@ (dominio) .com.
Definitivamente, debo ser un estúpido idealista y utópico.
Definitivamente, debo ser un estúpido idealista y utópico.
Brindis
Salud por los que caminan
y siguen su senda sin miedo,
por aquellos que viven
y los que siguen soñando.
Salud por el maestro
y el alumno perseverante,
por los que ríen y lloran,
por los que creen, los que aman
y se saben amados.
Salud por los que respiran
y aquellos que duermen tranquilos,
por los que derraman latidos,
los que buscan y no callan,
y por el perdón de los abatidos.
Salud por el amante
y la esposa revolucionaria,
por quienes disfrutan
y no se cansan del mundo.
Salud por todos aquellos
que han recorrido el camino a cuestas,
ellos heredarán la tierra,
por ellos, que abrirán la puerta.
y siguen su senda sin miedo,
por aquellos que viven
y los que siguen soñando.
Salud por el maestro
y el alumno perseverante,
por los que ríen y lloran,
por los que creen, los que aman
y se saben amados.
Salud por los que respiran
y aquellos que duermen tranquilos,
por los que derraman latidos,
los que buscan y no callan,
y por el perdón de los abatidos.
Salud por el amante
y la esposa revolucionaria,
por quienes disfrutan
y no se cansan del mundo.
Salud por todos aquellos
que han recorrido el camino a cuestas,
ellos heredarán la tierra,
por ellos, que abrirán la puerta.
domingo, 13 de julio de 2008
Cartas desde el inframundo XII
Julio, 2005
Mi muy apreciada señorita Escalante:
Por favor vaya y diga a esa fulana dueña de mis insomnias, y huésped recurrente en mis sueños mojados, que anoche decidí suicidarme (una vez más). No lo hice por su desamor, tampoco por su desprecio, ni su odio, sino todo lo contrario –ella solía corresponderme.
Dígale que me maté y no por ella, no le diga eso, no hay necesidad de achacarle el peso de un suicida esquizofrénico, sino que mi muerte ha sido producto de su dicha, de la sonrisa que decidió regalarme un día de julio, y sus silencios sabios.
Dígale que ya estoy mejor de mis dolencias, incluso desde antes de cortarme la aorta, que disfruté mucho a su lado, que le agradezco los vicios que me robó -espero que ella no se los haya guardado- y que lamento mucho no haber llegado a ese bautizo ni a la boda que teníamos pactados.
Fue algo así como demasiado oxígeno, mismo que me comí a bocanadas de su vida y supongo que fue demasiado para aprender a vivir con ello.
Su planeta impactó por sorpresa, y fuertemente, tanto que no pude despertar y me quedé soñando, y tal vez no supe distinguir entre cuentos de hadas y desvelos. Así que dígale que mi muerte no fue por cobardía, que posiblemente fue un intento fallido por querer guardar el momento, o de querer robarme once años del calendario.
Asimismo, le pido señorita Escalante, que le cuente que hasta el último día, en la última neurona que quedó con vida en mi persona cuando decidí cometer aquel genocidio, le seguía persiguiendo para saber si volvía a mirarme, a sonreírme. Y supongo que así lo hizo ella, sólo que no pude descifrar lo que me resultaba tan evidente (once again?).
Hágale llegar estas palabras a la brevedad posible, espero y aún me recuerde. Para usted, mi más cordial saludo desde el más allá.
Con cariño:
Su suicida de cabecera, y recurrente.
Mi muy apreciada señorita Escalante:
Por favor vaya y diga a esa fulana dueña de mis insomnias, y huésped recurrente en mis sueños mojados, que anoche decidí suicidarme (una vez más). No lo hice por su desamor, tampoco por su desprecio, ni su odio, sino todo lo contrario –ella solía corresponderme.
Dígale que me maté y no por ella, no le diga eso, no hay necesidad de achacarle el peso de un suicida esquizofrénico, sino que mi muerte ha sido producto de su dicha, de la sonrisa que decidió regalarme un día de julio, y sus silencios sabios.
Dígale que ya estoy mejor de mis dolencias, incluso desde antes de cortarme la aorta, que disfruté mucho a su lado, que le agradezco los vicios que me robó -espero que ella no se los haya guardado- y que lamento mucho no haber llegado a ese bautizo ni a la boda que teníamos pactados.
Fue algo así como demasiado oxígeno, mismo que me comí a bocanadas de su vida y supongo que fue demasiado para aprender a vivir con ello.
Su planeta impactó por sorpresa, y fuertemente, tanto que no pude despertar y me quedé soñando, y tal vez no supe distinguir entre cuentos de hadas y desvelos. Así que dígale que mi muerte no fue por cobardía, que posiblemente fue un intento fallido por querer guardar el momento, o de querer robarme once años del calendario.
Asimismo, le pido señorita Escalante, que le cuente que hasta el último día, en la última neurona que quedó con vida en mi persona cuando decidí cometer aquel genocidio, le seguía persiguiendo para saber si volvía a mirarme, a sonreírme. Y supongo que así lo hizo ella, sólo que no pude descifrar lo que me resultaba tan evidente (once again?).
Hágale llegar estas palabras a la brevedad posible, espero y aún me recuerde. Para usted, mi más cordial saludo desde el más allá.
Con cariño:
Su suicida de cabecera, y recurrente.
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Apegos apócrifos
Una mujer, arriba de los veintiséis años, basa su vida en obtener la estabilidad económica -lo suficiente para pagarse sus lujosos caprichos- y en encontrar un novio con el que un día pueda casarse. Está convencida que, quien sea su pareja, deberá asegurarle la cuestión monetaria para asegurar, asimismo, la felicidad en la relación. Paradójicamente, su aparente frivolidad se debe a esa imperiosa necesidad -y necedad- de tener a alguien a su lado, por lo que comienza a vivir cuentos de hadas en todas sus relaciones: cien por ciento perfectas y completamente extraordinarias.
Y vivió "feliz" por siempre...
Tampoco despertó del sueño, simplemente se negó a hacerlo.
Un hombre, arriba de los treinta, siente que su vida no se parece en nada a lo que él deseaba cuando tenía veinticinco años. Tiene un trabajo en el que su sueldo y sus actividades no le resultan satisfactorios, también lleva una relación de varios años donde ya no se siente a gusto. Paradójicamente, no se atreve a buscar otro trabajo por no perder su actual estabilidad económica -lo suficiente para pagarse sus lujosos caprichos-, tampoco quiere terminar con su pareja por esa imperiosa necesidad -y necedad- de estar con alguien y que, según él, podría tratarse del último tren en su vida.
Y vivió (in)feliz por siempre...
Tampoco quiso romper con el encanto, simplemente se negó a hacerlo.
Y vivió "feliz" por siempre...
Tampoco despertó del sueño, simplemente se negó a hacerlo.
***
Un hombre, arriba de los treinta, siente que su vida no se parece en nada a lo que él deseaba cuando tenía veinticinco años. Tiene un trabajo en el que su sueldo y sus actividades no le resultan satisfactorios, también lleva una relación de varios años donde ya no se siente a gusto. Paradójicamente, no se atreve a buscar otro trabajo por no perder su actual estabilidad económica -lo suficiente para pagarse sus lujosos caprichos-, tampoco quiere terminar con su pareja por esa imperiosa necesidad -y necedad- de estar con alguien y que, según él, podría tratarse del último tren en su vida.
Y vivió (in)feliz por siempre...
Tampoco quiso romper con el encanto, simplemente se negó a hacerlo.
jueves, 10 de julio de 2008
Dios bendiga a los bancos
Hoy traigo una sonrisa de cien dibujada en mi cara (cincuenta en cada cachete) y, efectivamente, me costó 100 pesos y la sonrisa es irónica.
Resulta que ahí voy bien modosito a hacer una transacción al cajero más cercano a mi domicilio, ya listo para recibir el efectivo aparece un letrerito diciendo: "transacción no válida, tarjeta retenida", con lo que este suceso me deja con cero pesos y cero tarjeta.
Corro a la sucursal en busca de auxilio y, después de que la 'señito' de la ventanilla termina de platicar de la telenovela del horario estelar del canal 2 con otra cajera igual de desentendida, explico lo sucedido minutos atrás mostrando mi mejor cara de "perrito sin amor" (estilo 'Looney Tunes' con toda la retina brillosa) para que se apiadara de mi alma en busca de una solución rápida. Ella me observa y escucha mi caso con la misma credibilidad que le tendría a un político, pero sin goce de privilegios, y me pregunta si ya me había sucedido antes, "sí, es una actividad morbosa que realizo con frecuencia, ya hasta ha cobrado tintes de fetichismo" me quedo pensando, y eso mismo le contesto pero haciendo gala de mi libro de sinónimos para que no se sienta ofendida.
Me explica las diferentes alternativas para solucionar mi problema, sólo que éstas implican el tener que aguantarme sin efectivo hasta el día siguiente, y me pregunta si me urge retirar dinero -y esta es la parte donde las políticas de los bancos trafican con las necesidades del resto de los mortales-, entonces me dice que puede reponer la tarjeta pero con el desembolse de la módica cantidad de 100 pesos (deducibles de impuestos y con cargo a mi cuenta de forma inmediata). Con recibos por pagar, y un niñote de treinta y ****** años de edad que mantener, no tengo mejor opción que acceder. Para colmo, una vez que salgo del establecimiento, el Dios Tláloc me deja saber que no le simpatizo, pero al menos con eso se disfrazó la nubecita que traía sobre mí.
Ahora tengo en mis manos un bonito 'souvenir', conmemorativo y edición especial, de Beijing 2008 con valor de 100 pesos y sin gastos de envío.
Resulta que ahí voy bien modosito a hacer una transacción al cajero más cercano a mi domicilio, ya listo para recibir el efectivo aparece un letrerito diciendo: "transacción no válida, tarjeta retenida", con lo que este suceso me deja con cero pesos y cero tarjeta.
Corro a la sucursal en busca de auxilio y, después de que la 'señito' de la ventanilla termina de platicar de la telenovela del horario estelar del canal 2 con otra cajera igual de desentendida, explico lo sucedido minutos atrás mostrando mi mejor cara de "perrito sin amor" (estilo 'Looney Tunes' con toda la retina brillosa) para que se apiadara de mi alma en busca de una solución rápida. Ella me observa y escucha mi caso con la misma credibilidad que le tendría a un político, pero sin goce de privilegios, y me pregunta si ya me había sucedido antes, "sí, es una actividad morbosa que realizo con frecuencia, ya hasta ha cobrado tintes de fetichismo" me quedo pensando, y eso mismo le contesto pero haciendo gala de mi libro de sinónimos para que no se sienta ofendida.
Me explica las diferentes alternativas para solucionar mi problema, sólo que éstas implican el tener que aguantarme sin efectivo hasta el día siguiente, y me pregunta si me urge retirar dinero -y esta es la parte donde las políticas de los bancos trafican con las necesidades del resto de los mortales-, entonces me dice que puede reponer la tarjeta pero con el desembolse de la módica cantidad de 100 pesos (deducibles de impuestos y con cargo a mi cuenta de forma inmediata). Con recibos por pagar, y un niñote de treinta y ****** años de edad que mantener, no tengo mejor opción que acceder. Para colmo, una vez que salgo del establecimiento, el Dios Tláloc me deja saber que no le simpatizo, pero al menos con eso se disfrazó la nubecita que traía sobre mí.
Ahora tengo en mis manos un bonito 'souvenir', conmemorativo y edición especial, de Beijing 2008 con valor de 100 pesos y sin gastos de envío.
¿Cómo vas?
Desde hace varios años, mi ritual matutino, el cual siempre comienza con la tarea de despertarme antes de levantarme de la cama para evitar que me rompa la maceta con cualquier mueble u objeto de mi casa 'anti-feng-shuizada', incluye una sesión de cinco minutos de autoestima frente al espejo. Una vez que logré reconocer al personaje que está frente a mí, me hago la misma pregunta en voz alta: "¿cómo estás?". La respuesta varía dependiendo del estado de ánimo: "estoy bien buenote" cuando traigo la pila a tope, "bien" cuando estoy dos-dos, y si de plano me encuentro bastante bajón con un "estoy vivo" o "sobreviviendo" es más que suficiente.
Hace algunas semanas cambié la pregunta inconscientemente, me pregunté "¿cómo vas?", la cual revolvió todo mi marco referencial. Si bien la primera pregunta se refiere a cuestiones anímicas, la segunda fue formulada de manera más personal, como si me cuestionara el cómo voy en la vida, en el trabajo, etc. Debo reconocer que por un momento me aterró tal equivocación, pues al tratar de responderme me quedé pasmado sin nada que decir.
Ahora tengo que lidiar con las dos preguntas, la primera ya la tengo más que estudiada, y la segunda, hasta la fecha, lo más sensato que me he contestado ha sido: "espero algún día responder de manera positiva".
Hace algunas semanas cambié la pregunta inconscientemente, me pregunté "¿cómo vas?", la cual revolvió todo mi marco referencial. Si bien la primera pregunta se refiere a cuestiones anímicas, la segunda fue formulada de manera más personal, como si me cuestionara el cómo voy en la vida, en el trabajo, etc. Debo reconocer que por un momento me aterró tal equivocación, pues al tratar de responderme me quedé pasmado sin nada que decir.
Ahora tengo que lidiar con las dos preguntas, la primera ya la tengo más que estudiada, y la segunda, hasta la fecha, lo más sensato que me he contestado ha sido: "espero algún día responder de manera positiva".
martes, 8 de julio de 2008
Ausencia
—Me he cambiado el nombre —interrumpe durante nuestra charla telefónica—, ahora me llamo Ausencia.
—¿Ausencia de qué? —me pregunté.
Y ahora que lo pienso, la respuesta había sido revelada durante nuestra plática: se refería a su ausencia, a la de ella en sus relaciones. Le había leído, escuchado y observado en los últimos meses, y resultaba obvio que destilaba la ausencia por sus poros, pero pasó inadvertido hasta que una monje budista encontró su 'chakra' defectuoso.
Ausencia a final de cuentas.
—Si ahora no estás ¿nunca estuviste? —le reclamaba al último de sus hombres.
La pregunta también podría formulársela ella, y mi respuesta sería que, tal vez, ambos nunca estuvieron.
Ausencia a final de cuentas.
—¿Ausencia de qué? —me pregunté.
Y ahora que lo pienso, la respuesta había sido revelada durante nuestra plática: se refería a su ausencia, a la de ella en sus relaciones. Le había leído, escuchado y observado en los últimos meses, y resultaba obvio que destilaba la ausencia por sus poros, pero pasó inadvertido hasta que una monje budista encontró su 'chakra' defectuoso.
Ausencia a final de cuentas.
—Si ahora no estás ¿nunca estuviste? —le reclamaba al último de sus hombres.
La pregunta también podría formulársela ella, y mi respuesta sería que, tal vez, ambos nunca estuvieron.
Ausencia a final de cuentas.
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martes, 1 de julio de 2008
Suele pasar
Este post lo había postergado por diversas razones, gracias a Yaja, quien me amenazó hace algunas semanas de divulgarlo para cuando sea famoso (já), es que lo publico.
Hace varios años, mi madre me regaló un libro de citas selectas que fueron extraídas de los libros que ha publicado cierto autor (a quien no menciono para que se chuten el post completo, si no, que chiste), contiene varias frasecillas decentes. Por ser un regalo de mi madre, le guardo bastante cariño al librito.
Del autor muy poco o casi nada sabía, y me sorprendía que no me hubiera topado con algún libro de él. Para mi buena fortuna, las frases tenían los títulos de los libros de donde fueron tomados, así que la tarea de encontrar la bibliografía del susodicho autor no sería tan complicada. Días atrás, Yaja me había prevenido de la dudosa reputación del escritor en cuestión, aún así me animé a comprar un libro de él.
Habiendo comprado el libro, corrí presuroso a mi casa para devorarlo desde el celofán en el que venía envuelto hasta desgastar la contraportada. "Oh desilusión" -me dije cuando, al ir página trás página, me percaté que la esencia del libro era una copia deslactosada, despasteurizada y bastante 'light' de "El arte de la guerra" de Sun-Tzu (uno de mis favoritos), y dulcificado con un estilo tan cursi y somero que el mismísimo Carlos Cuauhtémoc Sánchez envidiaría tener en cualquiera de sus libros. El daño estaba hecho, y el eco de la risa burlona de Yaja se ha escuchado desde entonces hasta la fecha (realmente lo que se oye hasta la fecha no es el eco, sino la risa real).
Para terminar, que confieso que utilicé la técnica de la cadenita de e-mail para tenerlos en suspenso, el libro que compré era "El manual del guerrero de la luz" de Paulo Coelho -mea culpa. La razón por la que no conocía la bibliografía del señor es muy simple: sus libros se encuentran junto con los de superación personal, pensamientos para viajar en metrobús, libros de optimismo y... los de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, que son los que siempre evito a la hora de pasearme por las librerías.
Moraleja (patrocinada por Yaja): El que un autor tenga algunas frases buenas, no significa que pueda escribir todo un libro completo con la misma calidad.
'Shit happens'
Hace varios años, mi madre me regaló un libro de citas selectas que fueron extraídas de los libros que ha publicado cierto autor (a quien no menciono para que se chuten el post completo, si no, que chiste), contiene varias frasecillas decentes. Por ser un regalo de mi madre, le guardo bastante cariño al librito.
Del autor muy poco o casi nada sabía, y me sorprendía que no me hubiera topado con algún libro de él. Para mi buena fortuna, las frases tenían los títulos de los libros de donde fueron tomados, así que la tarea de encontrar la bibliografía del susodicho autor no sería tan complicada. Días atrás, Yaja me había prevenido de la dudosa reputación del escritor en cuestión, aún así me animé a comprar un libro de él.
Habiendo comprado el libro, corrí presuroso a mi casa para devorarlo desde el celofán en el que venía envuelto hasta desgastar la contraportada. "Oh desilusión" -me dije cuando, al ir página trás página, me percaté que la esencia del libro era una copia deslactosada, despasteurizada y bastante 'light' de "El arte de la guerra" de Sun-Tzu (uno de mis favoritos), y dulcificado con un estilo tan cursi y somero que el mismísimo Carlos Cuauhtémoc Sánchez envidiaría tener en cualquiera de sus libros. El daño estaba hecho, y el eco de la risa burlona de Yaja se ha escuchado desde entonces hasta la fecha (realmente lo que se oye hasta la fecha no es el eco, sino la risa real).
Para terminar, que confieso que utilicé la técnica de la cadenita de e-mail para tenerlos en suspenso, el libro que compré era "El manual del guerrero de la luz" de Paulo Coelho -mea culpa. La razón por la que no conocía la bibliografía del señor es muy simple: sus libros se encuentran junto con los de superación personal, pensamientos para viajar en metrobús, libros de optimismo y... los de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, que son los que siempre evito a la hora de pasearme por las librerías.
Moraleja (patrocinada por Yaja): El que un autor tenga algunas frases buenas, no significa que pueda escribir todo un libro completo con la misma calidad.
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