Hoy llegó la fecha pactada en el calendario, hice mi entrada triunfal en los juzgados, y de hecho fue bastante desapercibida (lo del triunfalismo es para elevarme el ego).
No vayan a creer que por andar mirando "lascivamente" a las mujeres en la calle finalmente me echaron al tambo, no, más bien llegué instalado en el papel de testigo de un amigo -del cual omitiré los detalles del caso a petición de sus abogados, quienes me rogaron de rodillas, y hasta hicieron un eficaz uso de los tehuacanazos en mi persona, con tal de evitar que yo ejerciera mi trabajo en este blog en un mero afán por traerles la verdad... aunque honestamente, es mi cuatísimo y lo quiero mucho como para andarle sacando sus trapitos al Sol, sólo les diré que fue injustamente demandado, y me consta pues, en los casi 15 años que llevo de conocerlo, sé de lo que es o no capaz (digo, tiene cara de bruto pero de eso a portarse como bruto son cosas muy diferentes).
Alrededor de las 13:00 hrs, llegamos mi amigo, sus abogados, otros dos testigos, y un servidor, al bendito juzgado para dar nuestro testimonio, y de paso echarnos un round con el abogado de la parte acusadora, el cual no se presentó, lo que nos evitó algo de tiempo en el protocolo. Y como en toda oficina gubernamental, el secretario que nos tomaría la declaración, en pleno uso de sus facultades como burócrata, nos hizo esperar cerca de veinte minutos antes de pedirnos nuestras credenciales de elector con sus respectivas fotocopias. Diez minutos después (me imagino que estuvo revisando muy detalladamente las fotocopias para checar que el toner no se haya corrido), por fin pasa el primer testigo, a mí me pasan al último.
Al llegar mi turno, comienza el ritual, nuevo para mí y que me resultaría algo 'kafkiano'. Me siento en el banquillo de los acusados, cruzo mi pierna izquierda y veo mi calcetín color magenta; supuse que la atención se basaría en tan folclórico calcetín por lo que opto por cambiar de pierna, veo que el color de éste es verde (normalmente así los uso, no es que me vista de noche), así que prefiero tener mis dos piernitas en la parte inferior más recóndita de mi asiento. El secretario comienza por preguntarme mis generales: nombre, edad (la cual, hasta la fecha, no me creen pues dicen que me veo más joven, y la neta se lo debo a la mascarilla de aguacate que me pongo todas las noches), domicilio, ocupación (que en mi caso es más preocupación), y hasta a qué horas salgo por el pan mientras que la secretaria del secretario -¡santas confusiones batman!-, transcribe todo lo que digo, y yo espero que los tosidos, y varios "ejém" que mi boca emitió a causa de un salivazo que fue disparado hacia mi faringe, no sean asentados en el acta pues sería bastante extenso.
Prosigue el cuestionario, me preguntan si conozco a mi amigo y estuve tentado a decirles "no", nomás para ver que cara ponían, pero recuerdo el juramento que hice antes de testificar y respondo afirmativamente. Las siguientes preguntas son el por qué y hace cuánto le conozco, yo le digo "qué le importa", el secretario me reconviene y me habla de los procesos jurídicos, le respondo que fue error de principiante por ser mi debut y me confiesa que también es su primera vez... pero de tener a un pendejo como yo.
(este último párrafo fue toda una falacia, pero hubiera sido más divertida mi declaración de haber ocurrido de esta forma)
Entre múltiples interrupciones continúa mi testimonial, aparece la 'chacha' (yo no, la de ellos) preguntando si no quieren algo de comer, otro tipo se mete como juan-por-su-casa saludando al secretario con un afectivo 'güey' y a la secretaria con más efusividad, otra mujer de buen ver se interpone en la visual que tengo con el 'secre' en más de una ocasión trayendo y llevando actas (parte que no me resultó tan mala como las anteriores), y hasta Enrique y Beto de Plaza Sésamo se nos hacen los aparecidos durante toda la sesión.
Finaliza mi participación en este reality involuntario y me doy cuenta que únicamente transcurrieron diez minutos, lo que me hizo sentir aliviado y algo desilusionado pues yo esperaba algo así como "Pepe el Toro es inocente", que me echaran la lámpara a la cara y me cuestionaran acerca de quién mató a Colosio disfrutando de una rica agua mineral dirigida amablemente hacia mis fosas nasales, o cosas así.
Definitivamente, este tipo de anécdotas son las que le dan variedad a la vida y lo sacan a uno de la rutina diaria y, a pesar de lo regocijante que fue escribir acerca de esto, espero no repetir. Son de esas experiencias inolvidables que uno quisiera olvidar. Aunque, ante el desempeño obtenido, estoy pensando en poner un anuncio en el periódico para rentarme como testigo (una entradita extra no está de más).
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