Aprovecho el espacio para dar un saludo -a manera de queja, con tintes de reclamo, dos cucharadas de sarcasmo, todo esto ligeramente aderezado con mi característica manchadez, y agregando sal y pimienta al gusto-, para todos mis amigos con quien tengo contacto vía e-mail.
No dudo que tengan muy buenas intenciones, así que a todos aquellos que lo han hecho, y que lo seguirán haciendo (y conste que dije los-que-lo-han-hecho para que no se pongan el saco apenas vean el closet abierto), ¿cuántos años llevan de conocerme y cuántos más pasarán para que entiendan que NO me manden cadenitas? Esto lo comento pues este fin de semana me saturaron mi cuenta e hicieron que mi dedo se ampollara de darle delete a todas sus re's, fw's, rwd's, etc.
Yo sé que ustedes si están preocupados por su signo zodiacal, que su deseo se haga realidad, que no se les bote la panza, que no se les caiga el cabello, que no les pongan una aguja -infectada con sangre de 'emo'- en el asiento del cine, que no tengan un criadero de aliens en su boca por cortarse al lamer un sobre, y no sé qué tantas cosas más. Pero a mí no me hacen falta estas joyitas de sabiduría que rondan en el internet en práctica presentación tamaño spam. Yo ya nací salado, y para muestra basta un botón: a muy temprana edad, reboté en más de diez ocasiones, con todo y andadera, en las escaleras de donde me caí por ser hiperactivo. Tiempo después, el pastorcito alemán que tenía en casa se las ingeniaba para dejarme embarrado con cuanto obstáculo se cruzara en mi camino cuando me mandaban pasearlo. Como a los doce años, me vi lo bastante hábil para tirarme en la cabeza una maceta (tamaño regular, con todo y los tomatitos que mi madre había sembrado) después de echarme un mortal hacia el frente, involuntariamente, por bajar de la hamaca al estilo kamikaze.
El fútbol y el básquetbol también me han dejado heridas de guerra: un tabique desviado por un idiota que no sabe que en el básquet los pases nunca, NUNCA, van dirigidos hacia la cara (tan innovador era mi cuate que lo siguiente que intentó fue clavarla con su trasero); un tobillo dañado gracias a otro tipo, igual de brillante que el sujeto anterior, que pensaba que estábamos jugando las finales de la NBA al aplicarme un banquito mientras buscábamos ganar un rebote; y una muñeca frágil y una rodilla despostillada por jugar fútbol sin las precauciones pertinentes.
El colmo fue cuando mi perro se cansó de mí, al grado que un día salió muy campante y sonante a la calle sólo para contagiarse del parvovirus y darse a la fuga hacia el otro mundo con tal de ya no convivir ni un día más conmigo.
Así que, por favor, manden todas sus encuestas, mensajitos, y otros artilugios virtuales, a la gente que en realidad lo necesite. Lo mío no se me quita ni yendo a bailar a Chalma. Gracias.
P.D. Por cierto, tienen que reenviar este post a 100,000 personas en las próximas tres milésimas de segundo para evitar que la maldición gitana, la venganza de Moctezuma, y las uñitas de Niurka caigan sobre ustedes.
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