Para festejarnos el Día del Niño, para recordar que todos tenemos uno interior, y que hay que sacarlo a pasear más seguido, un pequeño fragmento de Las Alas del Deseo (Wings of Desire/Himmel über Berlin, Der; 1987), del señor Wim Wenders:
"Cuando el niño era niño, era el tiempo de estas preguntas: ¿Por qué yo soy yo, y no soy tú? ¿Por qué estoy aquí y no allá? ¿Dónde comienza el tiempo y dónde acaba el espacio? ¿No es la vida bajo el Sol sólo un sueño? ¿No es lo que veo, oigo, y huelo, sólo el espejismo de un mundo antes del mundo? ¿Existe realmente el mal y la gente malvada? ¿Cómo puede ser que yo, el que soy, no era el que fui tiempo atrás; y que algún día, ese que soy, no seré más el mismo?"
Damiel (Bruno Ganz)
Nota: Les dejo la recomendación para que vean esta película (nada que ver con el refrito cursi-lacrimógeno-hollywoodense que se aventaron en 1998 con City of Angels). Para los que nos gusta ver ángeles que piensan, se expresan, sueñan y aman como ángeles -olvídense del 'desangelado' Nicolas Cage.
No se tiran deshechos... sólo palabras, pensamientos, y cuestionamientos extraños
miércoles, 30 de abril de 2008
Quiero seguir creyendo
Quiero seguir creyendo en cuentos de hadas,
sentir cercana aquella despistada emoción,
desde la punta de los pies hasta la espalda
y tener al arco iris danzando en mi comedor.
Seguir creyendo en tierras y bestias legendarias,
soñar con duendes, unicornios y princesas,
imaginarme como un guerrero invencible,
ser Juanito y hartarme de las habichuelas.
Seguir creyendo que la Luna es de queso,
aunque los desentendidos la han descalificado,
aún así me pongo mi traje de astronauta
y montado en mi cohete me la como a bocados.
Seguir creyendo en el ratón de los dientes,
en las nubes de algodón y el espejo de Alicia,
seguir siendo como el niño cuando era niño,
y con chocolates premiar a mi sonrisa.
Quiero seguir creyendo en cuentos de hadas,
heredar de los críos la buena voluntad,
el no perder la capacidad de sorpresa,
y soñar con, algún día, poder volar.
sentir cercana aquella despistada emoción,
desde la punta de los pies hasta la espalda
y tener al arco iris danzando en mi comedor.
Seguir creyendo en tierras y bestias legendarias,
soñar con duendes, unicornios y princesas,
imaginarme como un guerrero invencible,
ser Juanito y hartarme de las habichuelas.
Seguir creyendo que la Luna es de queso,
aunque los desentendidos la han descalificado,
aún así me pongo mi traje de astronauta
y montado en mi cohete me la como a bocados.
Seguir creyendo en el ratón de los dientes,
en las nubes de algodón y el espejo de Alicia,
seguir siendo como el niño cuando era niño,
y con chocolates premiar a mi sonrisa.
Quiero seguir creyendo en cuentos de hadas,
heredar de los críos la buena voluntad,
el no perder la capacidad de sorpresa,
y soñar con, algún día, poder volar.
martes, 29 de abril de 2008
Hay mujeres que hacen mella
Esta tarde estuve platicando con un amigo, cuando el inconsciente decidió jugarme una mala pasada al traer a la conversación a una mujer, de cuyo nombre no quiero acordarme. Él me dijo, no sé que tanto por morbo o que tan en serio, "sigue haciendo mella, ¿verdad?". Automáticamente le contesté que sólo para hacer corajes, y cerramos el tema. Curiosamente, creo que le di la razón con mi respuesta. Sí, hay mujeres que siguen haciendo mella a pesar de los años, rencores o cariños guardados. Y en ese aspecto, mi amigo tendrá sus historias que contar pero, fiel a la regla que me he impuesto, que cada quien se queme solito cuando quiera, como quiera y con quien así lo desee.
Por mi parte, son pocas las mujeres que han dejado sus huellas marcadas en mis páginas. Las que más me gustan, son las que aparecen de la nada y se cuelan en mis conversaciones al hacer un comentario amable, aquellas que me han enseñado a ver la vida a través de sus ojos, y las que me extendieron su mano para caminar junto a ellas por el tiempo que fuese necesario. Para todas ellas mi respeto, mi gran cariño y esa aurícula en donde he decidido dejarles hospedarse -se les sigue recordando con profunda alegría.
Otras pocas, son las que se convierten en el laxante involuntario para mis noches de desvelo, son las de no retorno. Se convirtieron en la carga pesada que cuesta trabajo llevar para seguir adelante, cuando con éxito lograron que les comprara los adjetivos y demás cosas inservibles -y que ingenuamente las creí mías. Aquellas que despertaron mis más bélicos sentimientos hacia ellas, creyendo que para recordar no importa el "cómo" se les rememore.
Fueron dos o tres, y ya les he dejado en paz con mis rencores. La del pasado inmediato, la que se esmeró un poco más que las anteriores en transformarse en aquel laxante, es la que, desgraciadamente, sigue haciendo mella, aunque sólo para hacer corajes... y hasta que yo lo siga permitiendo.
Por mi parte, son pocas las mujeres que han dejado sus huellas marcadas en mis páginas. Las que más me gustan, son las que aparecen de la nada y se cuelan en mis conversaciones al hacer un comentario amable, aquellas que me han enseñado a ver la vida a través de sus ojos, y las que me extendieron su mano para caminar junto a ellas por el tiempo que fuese necesario. Para todas ellas mi respeto, mi gran cariño y esa aurícula en donde he decidido dejarles hospedarse -se les sigue recordando con profunda alegría.
Otras pocas, son las que se convierten en el laxante involuntario para mis noches de desvelo, son las de no retorno. Se convirtieron en la carga pesada que cuesta trabajo llevar para seguir adelante, cuando con éxito lograron que les comprara los adjetivos y demás cosas inservibles -y que ingenuamente las creí mías. Aquellas que despertaron mis más bélicos sentimientos hacia ellas, creyendo que para recordar no importa el "cómo" se les rememore.
Fueron dos o tres, y ya les he dejado en paz con mis rencores. La del pasado inmediato, la que se esmeró un poco más que las anteriores en transformarse en aquel laxante, es la que, desgraciadamente, sigue haciendo mella, aunque sólo para hacer corajes... y hasta que yo lo siga permitiendo.
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lunes, 28 de abril de 2008
Cartas desde el inframundo V
Noviembre, 1996
Mi muy necesitada señorita Escalante:
Estos han sido días teñidos de un gris azulado, la esperanza hace años que no toca a mi puerta y me ahogo en el estrés cotidiano. Me la he pasado deambulando como un zombi por los rincones de mi casa y la ciudad. No me hallo señorita Escalante, y viera que ya me busqué por la cocina, en el armario y hasta en la caja de zapatos que guardo bajo mi cama.
Para colmo, hace apenas algunos días que me corté las venas junto a un cartel que decía “¿por qué se suicidan los poetas?” (no es que me sienta poeta, más bien soy suicida por naturaleza), por una mujer falaz que me dejó en calidad de desahuciado. Y no todo es culpa de ella, yo también puse de lo mío pues, al venderme la idea de esta versión horripilante y desalmada de mi persona, se la compré a precio muy barato y terminé creyéndome esas blasfemias.
Mientras me desangraba, no sé si a causa de la lucidez de mis últimos minutos, o por la cercanía de la dichosa luz que veía al tiempo que todo se me nublaba, recordé la infinidad de conflictos en que nos veíamos envueltos dicha mujer y yo. Lo gracioso, es que no me recordaba siendo aquel que ella decía que era; pero tampoco me recuerdo poniéndole punto final a todo esto, simplemente dejé que pasara y llegara hasta sus últimas consecuencias. Fue una especie de golpear el metal, hasta que finalmente se rompió.
Discúlpeme que le eche a perder sus hermosos días, y que no tenga ni ánimos de seguirle contando mis pesares, pero simplemente quiero cerrar los ojos y no regresar de este letargo. Créame que no me da miedo ir a dormir y no despertar, lo que me preocupa es despertar y no saber qué hacer a la mañana siguiente, tal y como han sido mis días.
Su sombrío suicida.
Mi muy necesitada señorita Escalante:
Estos han sido días teñidos de un gris azulado, la esperanza hace años que no toca a mi puerta y me ahogo en el estrés cotidiano. Me la he pasado deambulando como un zombi por los rincones de mi casa y la ciudad. No me hallo señorita Escalante, y viera que ya me busqué por la cocina, en el armario y hasta en la caja de zapatos que guardo bajo mi cama.
Para colmo, hace apenas algunos días que me corté las venas junto a un cartel que decía “¿por qué se suicidan los poetas?” (no es que me sienta poeta, más bien soy suicida por naturaleza), por una mujer falaz que me dejó en calidad de desahuciado. Y no todo es culpa de ella, yo también puse de lo mío pues, al venderme la idea de esta versión horripilante y desalmada de mi persona, se la compré a precio muy barato y terminé creyéndome esas blasfemias.
Mientras me desangraba, no sé si a causa de la lucidez de mis últimos minutos, o por la cercanía de la dichosa luz que veía al tiempo que todo se me nublaba, recordé la infinidad de conflictos en que nos veíamos envueltos dicha mujer y yo. Lo gracioso, es que no me recordaba siendo aquel que ella decía que era; pero tampoco me recuerdo poniéndole punto final a todo esto, simplemente dejé que pasara y llegara hasta sus últimas consecuencias. Fue una especie de golpear el metal, hasta que finalmente se rompió.
Discúlpeme que le eche a perder sus hermosos días, y que no tenga ni ánimos de seguirle contando mis pesares, pero simplemente quiero cerrar los ojos y no regresar de este letargo. Créame que no me da miedo ir a dormir y no despertar, lo que me preocupa es despertar y no saber qué hacer a la mañana siguiente, tal y como han sido mis días.
Su sombrío suicida.
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domingo, 27 de abril de 2008
Salación
Aprovecho el espacio para dar un saludo -a manera de queja, con tintes de reclamo, dos cucharadas de sarcasmo, todo esto ligeramente aderezado con mi característica manchadez, y agregando sal y pimienta al gusto-, para todos mis amigos con quien tengo contacto vía e-mail.
No dudo que tengan muy buenas intenciones, así que a todos aquellos que lo han hecho, y que lo seguirán haciendo (y conste que dije los-que-lo-han-hecho para que no se pongan el saco apenas vean el closet abierto), ¿cuántos años llevan de conocerme y cuántos más pasarán para que entiendan que NO me manden cadenitas? Esto lo comento pues este fin de semana me saturaron mi cuenta e hicieron que mi dedo se ampollara de darle delete a todas sus re's, fw's, rwd's, etc.
Yo sé que ustedes si están preocupados por su signo zodiacal, que su deseo se haga realidad, que no se les bote la panza, que no se les caiga el cabello, que no les pongan una aguja -infectada con sangre de 'emo'- en el asiento del cine, que no tengan un criadero de aliens en su boca por cortarse al lamer un sobre, y no sé qué tantas cosas más. Pero a mí no me hacen falta estas joyitas de sabiduría que rondan en el internet en práctica presentación tamaño spam. Yo ya nací salado, y para muestra basta un botón: a muy temprana edad, reboté en más de diez ocasiones, con todo y andadera, en las escaleras de donde me caí por ser hiperactivo. Tiempo después, el pastorcito alemán que tenía en casa se las ingeniaba para dejarme embarrado con cuanto obstáculo se cruzara en mi camino cuando me mandaban pasearlo. Como a los doce años, me vi lo bastante hábil para tirarme en la cabeza una maceta (tamaño regular, con todo y los tomatitos que mi madre había sembrado) después de echarme un mortal hacia el frente, involuntariamente, por bajar de la hamaca al estilo kamikaze.
El fútbol y el básquetbol también me han dejado heridas de guerra: un tabique desviado por un idiota que no sabe que en el básquet los pases nunca, NUNCA, van dirigidos hacia la cara (tan innovador era mi cuate que lo siguiente que intentó fue clavarla con su trasero); un tobillo dañado gracias a otro tipo, igual de brillante que el sujeto anterior, que pensaba que estábamos jugando las finales de la NBA al aplicarme un banquito mientras buscábamos ganar un rebote; y una muñeca frágil y una rodilla despostillada por jugar fútbol sin las precauciones pertinentes.
El colmo fue cuando mi perro se cansó de mí, al grado que un día salió muy campante y sonante a la calle sólo para contagiarse del parvovirus y darse a la fuga hacia el otro mundo con tal de ya no convivir ni un día más conmigo.
Así que, por favor, manden todas sus encuestas, mensajitos, y otros artilugios virtuales, a la gente que en realidad lo necesite. Lo mío no se me quita ni yendo a bailar a Chalma. Gracias.
P.D. Por cierto, tienen que reenviar este post a 100,000 personas en las próximas tres milésimas de segundo para evitar que la maldición gitana, la venganza de Moctezuma, y las uñitas de Niurka caigan sobre ustedes.
No dudo que tengan muy buenas intenciones, así que a todos aquellos que lo han hecho, y que lo seguirán haciendo (y conste que dije los-que-lo-han-hecho para que no se pongan el saco apenas vean el closet abierto), ¿cuántos años llevan de conocerme y cuántos más pasarán para que entiendan que NO me manden cadenitas? Esto lo comento pues este fin de semana me saturaron mi cuenta e hicieron que mi dedo se ampollara de darle delete a todas sus re's, fw's, rwd's, etc.
Yo sé que ustedes si están preocupados por su signo zodiacal, que su deseo se haga realidad, que no se les bote la panza, que no se les caiga el cabello, que no les pongan una aguja -infectada con sangre de 'emo'- en el asiento del cine, que no tengan un criadero de aliens en su boca por cortarse al lamer un sobre, y no sé qué tantas cosas más. Pero a mí no me hacen falta estas joyitas de sabiduría que rondan en el internet en práctica presentación tamaño spam. Yo ya nací salado, y para muestra basta un botón: a muy temprana edad, reboté en más de diez ocasiones, con todo y andadera, en las escaleras de donde me caí por ser hiperactivo. Tiempo después, el pastorcito alemán que tenía en casa se las ingeniaba para dejarme embarrado con cuanto obstáculo se cruzara en mi camino cuando me mandaban pasearlo. Como a los doce años, me vi lo bastante hábil para tirarme en la cabeza una maceta (tamaño regular, con todo y los tomatitos que mi madre había sembrado) después de echarme un mortal hacia el frente, involuntariamente, por bajar de la hamaca al estilo kamikaze.
El fútbol y el básquetbol también me han dejado heridas de guerra: un tabique desviado por un idiota que no sabe que en el básquet los pases nunca, NUNCA, van dirigidos hacia la cara (tan innovador era mi cuate que lo siguiente que intentó fue clavarla con su trasero); un tobillo dañado gracias a otro tipo, igual de brillante que el sujeto anterior, que pensaba que estábamos jugando las finales de la NBA al aplicarme un banquito mientras buscábamos ganar un rebote; y una muñeca frágil y una rodilla despostillada por jugar fútbol sin las precauciones pertinentes.
El colmo fue cuando mi perro se cansó de mí, al grado que un día salió muy campante y sonante a la calle sólo para contagiarse del parvovirus y darse a la fuga hacia el otro mundo con tal de ya no convivir ni un día más conmigo.
Así que, por favor, manden todas sus encuestas, mensajitos, y otros artilugios virtuales, a la gente que en realidad lo necesite. Lo mío no se me quita ni yendo a bailar a Chalma. Gracias.
P.D. Por cierto, tienen que reenviar este post a 100,000 personas en las próximas tres milésimas de segundo para evitar que la maldición gitana, la venganza de Moctezuma, y las uñitas de Niurka caigan sobre ustedes.
miércoles, 23 de abril de 2008
Hace mucho
Hay tantas cosas que nos olvidamos de hacer con el paso de los años. Habrá algunas por falta de tiempo, otras que sin saber por qué dejamos de hacerlas, y otras tantas que simplemente ya no nos queda el hábito; lo cierto es que algunos (como yo) añoramos retomar. Y tengo unas cuantas...
Hace mucho que no salgo a caminar por la ciudad. Rodar por las calles y andar de pata de perro hasta donde mis pasos me lleven, para después sorprenderme por los lugares que visito y lo tanto que he caminado.
Hace mucho que no me levanto temprano para ver el primer rayo del Sol -y las pocas veces que he visto al astro rey tomar por asalto mi ventana, ha sido cuando el alba me atrapa indiscretamente en alguna de mis noches de insomnio recurrente.
Hace mucho que ya no voy a los parques, los museos, zoológicos, cines y teatros que antes frecuentaba sólo por gusto.
Hace mucho que no me paseo por todas las líneas del metro, única y exclusivamente, para ver cuántas correspondencias puedo tomar sin repetir estación alguna.
Hace mucho que he dejado de fijarme en aquellos pequeños detalles de la vida que le regresan a uno la sonrisa y que evitan perder nuestra capacidad de sorprendernos (el canto de los pájaros, el ruido de las hojas al mecerse con el viento o cuando caen al suelo, el olor a tierra mojada, el amor que una madre profesa hacia su pequeño hijo, unos ojos bonitos, etc.).
Espero retomarlos pronto...
Y lo que no quiero dejar de hacer, es seguir creyendo en mí -aunque a veces me cuesta algo de trabajo.
Hace mucho que no salgo a caminar por la ciudad. Rodar por las calles y andar de pata de perro hasta donde mis pasos me lleven, para después sorprenderme por los lugares que visito y lo tanto que he caminado.
Hace mucho que no me levanto temprano para ver el primer rayo del Sol -y las pocas veces que he visto al astro rey tomar por asalto mi ventana, ha sido cuando el alba me atrapa indiscretamente en alguna de mis noches de insomnio recurrente.
Hace mucho que ya no voy a los parques, los museos, zoológicos, cines y teatros que antes frecuentaba sólo por gusto.
Hace mucho que no me paseo por todas las líneas del metro, única y exclusivamente, para ver cuántas correspondencias puedo tomar sin repetir estación alguna.
Hace mucho que he dejado de fijarme en aquellos pequeños detalles de la vida que le regresan a uno la sonrisa y que evitan perder nuestra capacidad de sorprendernos (el canto de los pájaros, el ruido de las hojas al mecerse con el viento o cuando caen al suelo, el olor a tierra mojada, el amor que una madre profesa hacia su pequeño hijo, unos ojos bonitos, etc.).
Espero retomarlos pronto...
Y lo que no quiero dejar de hacer, es seguir creyendo en mí -aunque a veces me cuesta algo de trabajo.
domingo, 20 de abril de 2008
Cartas desde el inframundo IV
Febrero, 1995
Querida señorita Escalante:
Primero que nada reciba un saludo muy cordial. Le cuento que me cambié de domicilio hace algunos meses (ojalá y no la haya tenido tocando a mi puerta en vano), y ya estoy más cerca de su vivienda, con lo que no tendrá que cruzar toda la ciudad y perder todo un día para vernos.
¿Recuerda que le había comentado el año pasado que no lo terminaba tan mal?, pues para mi mala fortuna, y a pocos días de comenzado el segundo mes del año, lo empezamos con el pie izquierdo.
Por una mujer demasiado buena, para creérmelo, terminé ahorcado por inepto e ignorante. Ella no quería irse, lo sé por los días en que me dedicaba sus cartas y su costura, las noches en que me regalaba sus estrellas que me cobijaban, por las tardes y amaneceres en la playa donde se aferraba a mí como si no quisiera que me le escurriera de entre sus dedos; no quería irse, yo fui quien la aparté ahora.
Lo sé, porque en la última de nuestras páginas, mientras el día se moría aún negándose a hacerlo y dejar que se acabara el encanto, ella abrazada a mí me contó su sentir, el no saber por qué seguía yo estando con ella. Un aire frío comenzó a correr por la ciudad, sabedora del futuro, cuando me preguntó por mis sentimientos. De haber descifrado el mensaje entre líneas, esta carta tendría un contenido muy diferente.
Durante toda esta semana, me pregunté si fue culpa de la distancia, del poco tiempo que me di para llevar esta relación, o si fue algo que hice lo que provocó este desenlace de los hechos. Unos minutos antes de escribirle esta nueva misiva, fue cuando lo vi todo claramente: pesó más lo que no hice. Debí darme cuenta que lo que quería era el mismo sentimiento que ella me profesaba, y las palabras sobraban y no bastaban, lo que le importaba era el compromiso manifiesto, de mi parte, por jugarnos el todo por el todo en este albur.
Ahora comprendo que, cuando sus dedos se desprendían lentamente de mi pecho, lo que quería no era despedirse, sino que yo le diera una razón, o un pretexto, para quedarse. Idiotamente, corrí lo más rápido que pude en dirección opuesta, y no sé que tanto por miedo, por no querer comprometerme o por no sentirme vulnerable; espero algún día saberlo con exactitud para intentar no repetirlo.
La perdí señorita Escalante, todo por no ver lo que resultaba evidente. Me siento como un perfecto estúpido.
Su idiota suicida.
Querida señorita Escalante:
Primero que nada reciba un saludo muy cordial. Le cuento que me cambié de domicilio hace algunos meses (ojalá y no la haya tenido tocando a mi puerta en vano), y ya estoy más cerca de su vivienda, con lo que no tendrá que cruzar toda la ciudad y perder todo un día para vernos.
¿Recuerda que le había comentado el año pasado que no lo terminaba tan mal?, pues para mi mala fortuna, y a pocos días de comenzado el segundo mes del año, lo empezamos con el pie izquierdo.
Por una mujer demasiado buena, para creérmelo, terminé ahorcado por inepto e ignorante. Ella no quería irse, lo sé por los días en que me dedicaba sus cartas y su costura, las noches en que me regalaba sus estrellas que me cobijaban, por las tardes y amaneceres en la playa donde se aferraba a mí como si no quisiera que me le escurriera de entre sus dedos; no quería irse, yo fui quien la aparté ahora.
Lo sé, porque en la última de nuestras páginas, mientras el día se moría aún negándose a hacerlo y dejar que se acabara el encanto, ella abrazada a mí me contó su sentir, el no saber por qué seguía yo estando con ella. Un aire frío comenzó a correr por la ciudad, sabedora del futuro, cuando me preguntó por mis sentimientos. De haber descifrado el mensaje entre líneas, esta carta tendría un contenido muy diferente.
Durante toda esta semana, me pregunté si fue culpa de la distancia, del poco tiempo que me di para llevar esta relación, o si fue algo que hice lo que provocó este desenlace de los hechos. Unos minutos antes de escribirle esta nueva misiva, fue cuando lo vi todo claramente: pesó más lo que no hice. Debí darme cuenta que lo que quería era el mismo sentimiento que ella me profesaba, y las palabras sobraban y no bastaban, lo que le importaba era el compromiso manifiesto, de mi parte, por jugarnos el todo por el todo en este albur.
Ahora comprendo que, cuando sus dedos se desprendían lentamente de mi pecho, lo que quería no era despedirse, sino que yo le diera una razón, o un pretexto, para quedarse. Idiotamente, corrí lo más rápido que pude en dirección opuesta, y no sé que tanto por miedo, por no querer comprometerme o por no sentirme vulnerable; espero algún día saberlo con exactitud para intentar no repetirlo.
La perdí señorita Escalante, todo por no ver lo que resultaba evidente. Me siento como un perfecto estúpido.
Su idiota suicida.
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viernes, 18 de abril de 2008
Ciao
Vamos a limpiar la casa,
comenzaremos por tirar a todas mis mujeres,
un nombre por cada cartucho,
un beso a cada una de ellas
y un balazo por cada campanada,
ya no me sirve su recuerdo,
es una resaca insoportable,
matémoslas, todas y cada una,
y habrá algunas que no lo merezcan,
las otras, ya no me sirven
ya no molestan, pero no respetan
adiós señoritas, hoy quiero ser feliz.
comenzaremos por tirar a todas mis mujeres,
un nombre por cada cartucho,
un beso a cada una de ellas
y un balazo por cada campanada,
ya no me sirve su recuerdo,
es una resaca insoportable,
matémoslas, todas y cada una,
y habrá algunas que no lo merezcan,
las otras, ya no me sirven
ya no molestan, pero no respetan
adiós señoritas, hoy quiero ser feliz.
jueves, 17 de abril de 2008
Chachalidades
Hay quienes se la pasan haciéndose manualidades en sus ratos de ocio, yo disfruto haciéndome 'chachalidades'
El exquisito gusto del masoquista
Esta tendencia suicida del ser humano es bastante curiosa, divertida y digna de estudio.
Ante el peligro inminente tenemos, por ejemplo, un camión acercándose a velocidad imprudente -con un conductor no tan imprudente pero si muy' ojeis'- puesto a embestirnos y a dejar bastante mancillada la soberanía de nuestra humanidad; nuestras opciones son: a) correr y salvarse, y b) quedarnos petrificados, presas del miedo, y permitir que el camión nos deje embarrados en el pavimento. Idiotamente siempre escogemos b). Aunque habemos otros, más estúpidos, que elegimos c): ninguna de las anteriores, pero igualmente permitir que el camión nos embarre, o que mínimo nos saque un susto.
Este ejemplo burdo también sirve para ejemplificar las relaciones interpersonales: ante una persona que nos significa un peligro inminente para nuestra psique, en lugar de correr y salvarnos, terminamos embarrándonos. Habemos otros, más estúpidos, que elegimos c): ninguna de las anteriores, pero igualmente permitirnos que nos siga jodiendo la existencia y, aún así, jodernos la existencia.
Acerca de las musas
Hablando de las musas con un amigo, no pudimos evitar una pregunta importante, y posiblemente misógina: ¿En qué momento las musas dejan de ser putas y dónde comienzan a ser mujeres?
Su respuesta fue sencilla y con tintes de complejidad: las musas al ser putas, implica que son mujeres; pero no por ser mujeres son putas.
Y de las musas, ¿cuáles son las más putas?
Seguramente las que inspiran a varios.
Viejas (y malas) costumbres
El problema de acostumbrarte a las cosas, es que te malacostumbras.
Cuando te malacostumbras, es muy fácil llegar a la indiferencia.
Y una vez instalado en la indiferencia... finalmente llegas a un punto donde, simplemente, te deja de importar.
Suicidio Kitsch
Harakiri con pluma multicolor
imitación de bugambilia
suicidio ‘kitsch’.
El exquisito gusto del masoquista
Esta tendencia suicida del ser humano es bastante curiosa, divertida y digna de estudio.
Ante el peligro inminente tenemos, por ejemplo, un camión acercándose a velocidad imprudente -con un conductor no tan imprudente pero si muy' ojeis'- puesto a embestirnos y a dejar bastante mancillada la soberanía de nuestra humanidad; nuestras opciones son: a) correr y salvarse, y b) quedarnos petrificados, presas del miedo, y permitir que el camión nos deje embarrados en el pavimento. Idiotamente siempre escogemos b). Aunque habemos otros, más estúpidos, que elegimos c): ninguna de las anteriores, pero igualmente permitir que el camión nos embarre, o que mínimo nos saque un susto.
Este ejemplo burdo también sirve para ejemplificar las relaciones interpersonales: ante una persona que nos significa un peligro inminente para nuestra psique, en lugar de correr y salvarnos, terminamos embarrándonos. Habemos otros, más estúpidos, que elegimos c): ninguna de las anteriores, pero igualmente permitirnos que nos siga jodiendo la existencia y, aún así, jodernos la existencia.
Acerca de las musas
Hablando de las musas con un amigo, no pudimos evitar una pregunta importante, y posiblemente misógina: ¿En qué momento las musas dejan de ser putas y dónde comienzan a ser mujeres?
Su respuesta fue sencilla y con tintes de complejidad: las musas al ser putas, implica que son mujeres; pero no por ser mujeres son putas.
Y de las musas, ¿cuáles son las más putas?
Seguramente las que inspiran a varios.
Viejas (y malas) costumbres
El problema de acostumbrarte a las cosas, es que te malacostumbras.
Cuando te malacostumbras, es muy fácil llegar a la indiferencia.
Y una vez instalado en la indiferencia... finalmente llegas a un punto donde, simplemente, te deja de importar.
Suicidio Kitsch
Harakiri con pluma multicolor
imitación de bugambilia
suicidio ‘kitsch’.
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domingo, 13 de abril de 2008
Cartas desde el inframundo III
Mayo, 1993
Estimada señorita Escalante:
Reciba un saludo desde el otro lado del charco esperando que sus días le sean sumamente agradables y didácticos. Y hablando de aprendizaje, mi proceso continúa en el día a día al recibir, hace pocas semanas, una lección de vida.
Todo comenzó a principios de este año, cuando la suerte me permitió frecuentar más a una amiga, a la que tenía un par de años de conocer. Habíamos pasado completamente desapercibidos hasta esta ocasión, donde las pláticas se fueron tornando cada vez más personales, al grado que más de uno pensaba que éramos pareja. Y efectivamente, fuimos encontrando una gran identificación, varios puntos y proyectos de vida en común, con lo cual la sorpresa nos tomó desprevenidos (aunque tampoco oponíamos mucha resistencia).
Cuando esta historia suponía tener un final feliz, apareció un amigo nuestro y me confesó, durante alguna parranda, sus sentimientos hacia ella y su sentir al vernos juntos; y me platicó de sus celos hacia mí. Le escuché y opté por adoptar una postura de no intervención, la cual hubiera resultado más efectiva de lograr sostenerla porque, inmediatamente después de su confesión, ejerció sobre mí el ya conocido lavado cerebral, del cual fui víctima voluntaria.
El móvil de este ‘washado’, no fue más que una decisión que yo había tomado desde finales del año pasado. Resulta que me decidí ir al extranjero a estudiar por un año, y realmente, para conocer otra cultura y cambiar de aires, la fecha tentativa para irme sería en agosto de este año; por lo que mi amigo supo como utilizar estas cosas en mi contra para hacerme ver, según él, el poco éxito de la relación. “¿Qué ganas con tener algo con ella, si al poco tiempo te vas a ir y a ella la dejarías aquí sola?, piensa en ella, en lo que la harías sufrir por la distancia”, fueron sus palabras para hacerme desistir de aquella mujer que había logrado mudarse y alojarse en varias partes de mi organismo. Finalmente, decidí hacerme a un lado y permitirle llevar a cabo su empresa.
Ahora me doy cuenta de mi estupidez y de la lección aprendida: la amistad es para con los amigos, pero la lealtad es hacia uno mismo; pues al confundir estas dos cosas, nos hice perder (a ella y a mí) una oportunidad de resolver un “hubiera”, y a mi “amigo” le di una buena excusa para comenzar con su campaña de descalificaciones en mi contra que originaron que esta dama, bastante desilusionada de mi persona, se recluyera en un convento, lo cual me hace pensar que sentía lo mismo hacia mí –y me doy de topes contra la pared.
Este será un verano muy largo, pues ahora viajo muy solo, sin amigo y sin mujer.
Su desleal suicida.
Estimada señorita Escalante:
Reciba un saludo desde el otro lado del charco esperando que sus días le sean sumamente agradables y didácticos. Y hablando de aprendizaje, mi proceso continúa en el día a día al recibir, hace pocas semanas, una lección de vida.
Todo comenzó a principios de este año, cuando la suerte me permitió frecuentar más a una amiga, a la que tenía un par de años de conocer. Habíamos pasado completamente desapercibidos hasta esta ocasión, donde las pláticas se fueron tornando cada vez más personales, al grado que más de uno pensaba que éramos pareja. Y efectivamente, fuimos encontrando una gran identificación, varios puntos y proyectos de vida en común, con lo cual la sorpresa nos tomó desprevenidos (aunque tampoco oponíamos mucha resistencia).
Cuando esta historia suponía tener un final feliz, apareció un amigo nuestro y me confesó, durante alguna parranda, sus sentimientos hacia ella y su sentir al vernos juntos; y me platicó de sus celos hacia mí. Le escuché y opté por adoptar una postura de no intervención, la cual hubiera resultado más efectiva de lograr sostenerla porque, inmediatamente después de su confesión, ejerció sobre mí el ya conocido lavado cerebral, del cual fui víctima voluntaria.
El móvil de este ‘washado’, no fue más que una decisión que yo había tomado desde finales del año pasado. Resulta que me decidí ir al extranjero a estudiar por un año, y realmente, para conocer otra cultura y cambiar de aires, la fecha tentativa para irme sería en agosto de este año; por lo que mi amigo supo como utilizar estas cosas en mi contra para hacerme ver, según él, el poco éxito de la relación. “¿Qué ganas con tener algo con ella, si al poco tiempo te vas a ir y a ella la dejarías aquí sola?, piensa en ella, en lo que la harías sufrir por la distancia”, fueron sus palabras para hacerme desistir de aquella mujer que había logrado mudarse y alojarse en varias partes de mi organismo. Finalmente, decidí hacerme a un lado y permitirle llevar a cabo su empresa.
Ahora me doy cuenta de mi estupidez y de la lección aprendida: la amistad es para con los amigos, pero la lealtad es hacia uno mismo; pues al confundir estas dos cosas, nos hice perder (a ella y a mí) una oportunidad de resolver un “hubiera”, y a mi “amigo” le di una buena excusa para comenzar con su campaña de descalificaciones en mi contra que originaron que esta dama, bastante desilusionada de mi persona, se recluyera en un convento, lo cual me hace pensar que sentía lo mismo hacia mí –y me doy de topes contra la pared.
Este será un verano muy largo, pues ahora viajo muy solo, sin amigo y sin mujer.
Su desleal suicida.
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viernes, 11 de abril de 2008
Las delicias de los juzgados
Hoy llegó la fecha pactada en el calendario, hice mi entrada triunfal en los juzgados, y de hecho fue bastante desapercibida (lo del triunfalismo es para elevarme el ego).
No vayan a creer que por andar mirando "lascivamente" a las mujeres en la calle finalmente me echaron al tambo, no, más bien llegué instalado en el papel de testigo de un amigo -del cual omitiré los detalles del caso a petición de sus abogados, quienes me rogaron de rodillas, y hasta hicieron un eficaz uso de los tehuacanazos en mi persona, con tal de evitar que yo ejerciera mi trabajo en este blog en un mero afán por traerles la verdad... aunque honestamente, es mi cuatísimo y lo quiero mucho como para andarle sacando sus trapitos al Sol, sólo les diré que fue injustamente demandado, y me consta pues, en los casi 15 años que llevo de conocerlo, sé de lo que es o no capaz (digo, tiene cara de bruto pero de eso a portarse como bruto son cosas muy diferentes).
Alrededor de las 13:00 hrs, llegamos mi amigo, sus abogados, otros dos testigos, y un servidor, al bendito juzgado para dar nuestro testimonio, y de paso echarnos un round con el abogado de la parte acusadora, el cual no se presentó, lo que nos evitó algo de tiempo en el protocolo. Y como en toda oficina gubernamental, el secretario que nos tomaría la declaración, en pleno uso de sus facultades como burócrata, nos hizo esperar cerca de veinte minutos antes de pedirnos nuestras credenciales de elector con sus respectivas fotocopias. Diez minutos después (me imagino que estuvo revisando muy detalladamente las fotocopias para checar que el toner no se haya corrido), por fin pasa el primer testigo, a mí me pasan al último.
Al llegar mi turno, comienza el ritual, nuevo para mí y que me resultaría algo 'kafkiano'. Me siento en el banquillo de los acusados, cruzo mi pierna izquierda y veo mi calcetín color magenta; supuse que la atención se basaría en tan folclórico calcetín por lo que opto por cambiar de pierna, veo que el color de éste es verde (normalmente así los uso, no es que me vista de noche), así que prefiero tener mis dos piernitas en la parte inferior más recóndita de mi asiento. El secretario comienza por preguntarme mis generales: nombre, edad (la cual, hasta la fecha, no me creen pues dicen que me veo más joven, y la neta se lo debo a la mascarilla de aguacate que me pongo todas las noches), domicilio, ocupación (que en mi caso es más preocupación), y hasta a qué horas salgo por el pan mientras que la secretaria del secretario -¡santas confusiones batman!-, transcribe todo lo que digo, y yo espero que los tosidos, y varios "ejém" que mi boca emitió a causa de un salivazo que fue disparado hacia mi faringe, no sean asentados en el acta pues sería bastante extenso.
Prosigue el cuestionario, me preguntan si conozco a mi amigo y estuve tentado a decirles "no", nomás para ver que cara ponían, pero recuerdo el juramento que hice antes de testificar y respondo afirmativamente. Las siguientes preguntas son el por qué y hace cuánto le conozco, yo le digo "qué le importa", el secretario me reconviene y me habla de los procesos jurídicos, le respondo que fue error de principiante por ser mi debut y me confiesa que también es su primera vez... pero de tener a un pendejo como yo.
(este último párrafo fue toda una falacia, pero hubiera sido más divertida mi declaración de haber ocurrido de esta forma)
Entre múltiples interrupciones continúa mi testimonial, aparece la 'chacha' (yo no, la de ellos) preguntando si no quieren algo de comer, otro tipo se mete como juan-por-su-casa saludando al secretario con un afectivo 'güey' y a la secretaria con más efusividad, otra mujer de buen ver se interpone en la visual que tengo con el 'secre' en más de una ocasión trayendo y llevando actas (parte que no me resultó tan mala como las anteriores), y hasta Enrique y Beto de Plaza Sésamo se nos hacen los aparecidos durante toda la sesión.
Finaliza mi participación en este reality involuntario y me doy cuenta que únicamente transcurrieron diez minutos, lo que me hizo sentir aliviado y algo desilusionado pues yo esperaba algo así como "Pepe el Toro es inocente", que me echaran la lámpara a la cara y me cuestionaran acerca de quién mató a Colosio disfrutando de una rica agua mineral dirigida amablemente hacia mis fosas nasales, o cosas así.
Definitivamente, este tipo de anécdotas son las que le dan variedad a la vida y lo sacan a uno de la rutina diaria y, a pesar de lo regocijante que fue escribir acerca de esto, espero no repetir. Son de esas experiencias inolvidables que uno quisiera olvidar. Aunque, ante el desempeño obtenido, estoy pensando en poner un anuncio en el periódico para rentarme como testigo (una entradita extra no está de más).
jueves, 10 de abril de 2008
Chachalidades
Un rinconcito para reflexiones (des)variadas.
¿Insomnio?
Martes, 1:40 a.m.
Muy temprano para declararme con insomnio, muy tarde para hablar de una vida social activa...
Tal vez sean los litros de café que ingerí a lo largo del lunes...
Lógica aplicada
Mi madre me enseñó que si no tienes nada bueno que decir acerca de alguien mejor no lo digas...
Ahora entiendo por qué soy el más callado de todos mis amigos...
Y lo reducido de mi inexistente círculo social...
Relaciones humanas
Me he dado cuenta que a veces me hace falta ser más estúpido para poder relacionarme con otro ser humano.
Que tengo que reprimir mi persona si quiero ser aceptado en todos los círculos sociales.
Fingir que soy una persona completamente contraria a mis convicciones con tal de que me consideren alguien 'cool'.
Convivir con la superficialidad, la vanidad y el materialismo para vender barata mi felicidad.
Actuar igual que la gente que habla como si tuviera pleno conocimiento de todos los temas para ser tomado en cuenta.
Creo poder lograrlo...
Ese día también necesitaré algo de hipocresía, para poder mentarnos la madre y mandarme al carajo con una sonrisa...
¿Insomnio?
Martes, 1:40 a.m.
Muy temprano para declararme con insomnio, muy tarde para hablar de una vida social activa...
Tal vez sean los litros de café que ingerí a lo largo del lunes...
Lógica aplicada
Mi madre me enseñó que si no tienes nada bueno que decir acerca de alguien mejor no lo digas...
Ahora entiendo por qué soy el más callado de todos mis amigos...
Y lo reducido de mi inexistente círculo social...
Relaciones humanas
Me he dado cuenta que a veces me hace falta ser más estúpido para poder relacionarme con otro ser humano.
Que tengo que reprimir mi persona si quiero ser aceptado en todos los círculos sociales.
Fingir que soy una persona completamente contraria a mis convicciones con tal de que me consideren alguien 'cool'.
Convivir con la superficialidad, la vanidad y el materialismo para vender barata mi felicidad.
Actuar igual que la gente que habla como si tuviera pleno conocimiento de todos los temas para ser tomado en cuenta.
Creo poder lograrlo...
Ese día también necesitaré algo de hipocresía, para poder mentarnos la madre y mandarme al carajo con una sonrisa...
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domingo, 6 de abril de 2008
Cartas desde el inframundo II
Abril, 1992
Señorita Escalante:
Ha pasado algo de tiempo desde la última vez que nos vimos, y no es que la tenga olvidada, sino que entre las clases de teatro, mi trabajo y las labores domésticas, no he encontrado el tiempo para invitarle un rico cafecito. Y perdone si ahora que me animo a escribirle, sobre todo después de tener varios meses sin sabernos, sea únicamente para contarle de mis dolencias inoportunas.
En esta ocasión, me volé la tapa de los sesos por una periodista de aviso inoportuno: llegó a mí cuando menos esperaba para después largarse cuando más la necesitaba. No voy a negar que lo disfruté al máximo, que dejamos historias encerradas en los salones, que su labial manchó algo más que mis ropas, y que no todas nuestras tardes fueron malas, fugaces sí, pero tardes al fin.
Supongo que al momento de abandonarnos, ella estaba más cansada de mis arrebatos de inmadurez que yo de su persistente necedad por querer cambiar mi persona, pues su postura se mantuvo desde que me colgó teléfono de forma muy efusiva hasta que llegamos a la conclusión definitiva.
En realidad, no estoy ni tan molesto ni tan afligido, pienso que tal vez buscábamos cosas totalmente distintas y mirábamos hacia horizontes diferentes, porque ya hacía algunas semanas que, sin razón de ambas partes, nos habíamos distanciado.
Espero que se encuentre bien, y si no le cuento más no es por desconfianza, desgraciadamente es porque no llegó a más esta publicación mensual.
Su suicida.
Señorita Escalante:
Ha pasado algo de tiempo desde la última vez que nos vimos, y no es que la tenga olvidada, sino que entre las clases de teatro, mi trabajo y las labores domésticas, no he encontrado el tiempo para invitarle un rico cafecito. Y perdone si ahora que me animo a escribirle, sobre todo después de tener varios meses sin sabernos, sea únicamente para contarle de mis dolencias inoportunas.
En esta ocasión, me volé la tapa de los sesos por una periodista de aviso inoportuno: llegó a mí cuando menos esperaba para después largarse cuando más la necesitaba. No voy a negar que lo disfruté al máximo, que dejamos historias encerradas en los salones, que su labial manchó algo más que mis ropas, y que no todas nuestras tardes fueron malas, fugaces sí, pero tardes al fin.
Supongo que al momento de abandonarnos, ella estaba más cansada de mis arrebatos de inmadurez que yo de su persistente necedad por querer cambiar mi persona, pues su postura se mantuvo desde que me colgó teléfono de forma muy efusiva hasta que llegamos a la conclusión definitiva.
En realidad, no estoy ni tan molesto ni tan afligido, pienso que tal vez buscábamos cosas totalmente distintas y mirábamos hacia horizontes diferentes, porque ya hacía algunas semanas que, sin razón de ambas partes, nos habíamos distanciado.
Espero que se encuentre bien, y si no le cuento más no es por desconfianza, desgraciadamente es porque no llegó a más esta publicación mensual.
Su suicida.
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viernes, 4 de abril de 2008
Cajetilla rancia
He consumido tantas cajetillas
que se me han acabado los dedos para contarlas
sin filtro, extra largos, ovalados y mentolados
que mis pulmones ya han protestado
a ratos, y a mordidas
Y es que es genial la idea
de querer matarnos a pellizcos
poco a poco y muy despacito
y no es que esté salvo de pecado
y por optimismo, no tan jodido
Yo por idiota o desinformado
me he dictado una ufana teoría
y no es que quiera entrometerme
pero el cigarro es mi manera más sencilla
para suicidarme lentamente.
que se me han acabado los dedos para contarlas
sin filtro, extra largos, ovalados y mentolados
que mis pulmones ya han protestado
a ratos, y a mordidas
Y es que es genial la idea
de querer matarnos a pellizcos
poco a poco y muy despacito
y no es que esté salvo de pecado
y por optimismo, no tan jodido
Yo por idiota o desinformado
me he dictado una ufana teoría
y no es que quiera entrometerme
pero el cigarro es mi manera más sencilla
para suicidarme lentamente.
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